Inicio Grandes Circuitos Unos pantalones chillones, un error garrafal y un sueño truncado

Unos pantalones chillones, un error garrafal y un sueño truncado

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Mark Roe ganó tres torneos del European Tour y llegó a ser el Número 40 en el ranking mundial. Su primer triunfo fue en el Open de Cataluña de 1989. Allí se impuso a Colin Montgomerie, Gordon Brand Jr. y José María Olazábal. También jugó tres veces la Copa del Mundo con Inglaterra. Se retiró en 2006 y hoy en día es uno de los comentaristas más populares de Sky Sports y uno de los gurús más reputados de juego corto. Entre sus alumnos destacan Lee Westwood o Ross Fisher. Sin embargo, la historia lo recordará siempre por lo que ocurrió el 19 de julio de 2003 en el recorrido Royal St. George’s, curiosamente el campo que iba a acoger este año de nuevo el Open Championship, antes de ser pospuesto hasta el año que viene por el coronavirus.

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Roe firmó aquel sábado de verano en Sandwich una tarjeta de 67 golpes y se colocó en la tercera posición del Open. Es decir, se metía de lleno en la pelea por la victoria a falta de 18 hoyos. Le esperaba el domingo más importante de su carrera. Sin embargo, éste nunca llegaría por culpa de un lamentable error.

Roe y Jesper Parnevik, su compañero de partido aquel sábado, se olvidaron de intercambiarse sus tarjetas en el tee del 1. Aquello provocó una equivocación en cadena que derivó en la descalificación de los dos jugadores. Roe y Parnevik firmaron y entregaron en la carpa de entrega de resultados una tarjeta incorrecta. Obviamente, fue un error inocente e involuntario, pero el Royal and Ancient se mostró inflexible con su decisión y dejó fuera del Open a los dos jugadores.

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Curiosamente, Parnevik fue el que peor encajó la noticia. El sueco no tenía opciones de nada tras hacer ese día 81 golpes, pero se sintió fatal por su compañero de juego. Por contra, Roe dio una lección de deportividad y flema británica. «Es culpa mía y de nadie más. Las reglas son las reglas y ya está. Nunca me había pasado algo así. Nunca había dejado de cambiar la tarjetas en el tee del 1. Quién sabe, quizá fue el color chillón de los pantalones de Parnevik lo que me desconcentró», bromeó. Y añadió: «me voy a casa y probablemente derramaré alguna lágrima en privado, pero nada más. Será una pena no saber nunca que habría pasado, pero es un deporte, es un juego, no es algo tan importante», explicó. Roe, sin saberlo, dejaba una lección para el futuro más bella e intensa de lo que podría haber sido su triunfo.

Lo cierto es que fue un personaje peculiar en el mundo del golf. Se podría decir que le pasó de todo. No se puso a jugar hasta que se quedó sordo de un oído por culpa de una perforación del tímpano. Hasta ese momento era una estrella en salto de trampolín, pero tuvo que dejarlo, siendo aún un colegial y se pasó al golf.

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Después, en su carrera le pasó de todo. En 1995 recibió un fuerte impacto de una bola de golf perdida y sufrió durante mucho tiempo terribles dolores de cabeza. También se pasó prácticamente en blanco el año 2000 debido a una lesión en los dedos que le obligó a pasar por el quirófano varias veces. Se la produjo al intentar sujetar de la correa a su perro que pretendía salir disparado. Él mismo contó también que un día se subió a su azotea con una escopeta y se llegó a meter en la boca los cañones… Pensaba suicidarse porque estaba en trámites de divorcio con su mujer.

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Un tipo realmente peculiar, muy querido en el circuito, de lengua afiliada y una fuerte personalidad. Aquel Open de 2003 lo ganó Ben Curtis, que dejó un dato para la historia: el ganador con el ranking mundial más alto de la historia del British. Nunca sabremos si habría ocurrido lo mismo aquel domingo con Mark Roe en el campo.