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Del subidón, al tierra trágame: Nacho Elvira

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Nacho Elvira. © Golffile | Thos Caffrey
Nacho Elvira. © Golffile | Thos Caffrey

(Serial para despedir 2019. Nuestros profesionales nos cuentan su peor y mejor momento del año. Del subidón, al tierra trágame. Hay de todo, como en botica).

Nacho Elvira hace una excepción. Merece la pena. El momento tierra trágame no es de este año, sino de 2018. No tiene desperdicio. Seguramente es el mejor tierra trágame de los últimos diez años en el European Tour. Bestial. El subidón sí ocurrió en 2019. Fue en Malasia. Quién no se acuerda de aquella tormenta…

El subidón:

Yo creo que todos os acordaréis… Fue uno de los momentos más surrealistas del año. Domingo en Malasia. Estoy en la pelea por ganar y se me queda un approach corto en el hoyo 18. No es muy difícil. El golpe es un rodadito que no tiene mucha complicación. Necesito hacer approach y putt para salir al playoff. Dos golpes desde ahí. En circunstancias normales no habría ningún problema, pero claro, ahí te estás jugando el torneo y la presión se hace notar.

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Yo estoy tranquilo, seguro y confiado, pero la naturaleza me juega una mala pasada. Justo cuando estoy en backswing suena el trueno más grande que he escuchado en mi vida. Imposible que no afecte. Pego un golpe muy malo y la bola se queda corta. De verdad os digo que me asuste con el trueno… Fue increíble.

Y diréis, pero no se supone que esto es el momento subidón, qué me estás contando… Sí, sí, subidón fue poco tiempo después. El torneo se suspendió por el trueno y volvimos a salir para acabar como media hora después, más o menos. Tenía un putt larguito y no me quedaba otra. Tenía que embocar para salir al desempate. Y lo metí. Espectacular. Momentazo.

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Tierra trágame:

Sé que este serial habla de lo mejor y le peor del año, pero os pido que me dejéis hacer una excepción. Cuando me he puesto a pensar en el instante tierra trágame de 2019 no se me ha venido a la cabeza otra cosa que lo que me pasó en Portugal en 2018. No es este año, pero merece la pena. Os cuento.

Hoyo 7 del Portugal Masters. Para 4 duro, con agua a la izquierda de salida. Íbamos jugando para intentar pasar el corte. Salimos por el 10, por lo que en realidad era mi hoyo 16. Iba apurado, no sé, uno arriba o abajo del corte. Soplaba un poco de viento en contra. Pegué el drive, no muy bien, un poco con la punta, botó en calle pero con la pendiente siguió rodando y acabó en el agua… Vaya.

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Ahora viene lo mejor. Dropo dos palos en calle fuera de la línea roja, en una zona bastante empinada. No pasa nada.  Dropo aquí y si rueda acaba en el agua y la coloco. No hay problema. Total, que dropo una vez, la bola, efectivamente se va al agua. Lo hago una segunda vez y, aunque la boté en el mismo sitio, empieza a rodar y se queda parada justo antes del agua. Seca. Pero a medio centímetro del lago. Está en juego, me dice el árbitro.

Me coloco para pegar, con los pies metidos en el agua y la bola más o menos a la altura de la nariz. Surrealista. Tengo que pegarle porque quiero hacer las menos posibles para pasar el corte. Los pies estaban apoyados, dentro del agua, en la lona que protege los lagos. Os podéis imaginar, clavos de los zapatos y la lona, mala mezcla. Aquello era como hacer patinaje artístico.

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Más o menos encuentro la postura. Pego el hierro 5, le doy fuerte porque aún me quedaba mucha distancia al hoyo y, de repente, pierdo tracción y empiezo a resbalarme como el gran Javier Fernández en un campeonato del mundo. Me meto en el agua hasta el cuello. Vestidito. Todo bien…

Lo peor es que no sabía como salir… Diego (Suazo) me dice que nade hasta otra zona del lago, pero la verdad es que no me veo nadando en un lago de un campo de golf… Me acaban sacando entre Diego y algunos marshals y llego al green chapoteando agua. Lo único que estaba seca era la gorra. Johan Edfors, que jugaba conmigo ese día, me dijo que estuvo varios meses riéndose a mi costa por este episodio.