Cuando Adam Scott (-11) logra una victoria es imposible no quedar embelesado con su juego largo, con ese swing de proporciones griegas clásicas y ese poderío que muestra de tee a green. Cuando está para ganar un torneo es que lo ha hecho muy bien en esa parcela. Nunca falla.
En Riviera ha vuelto a ocurrir. Nadie ha cazado más greenes que él durante la semana, y cuidado, los greenes de Riviera tienen mucha guasa. Son pequeños y duros como bongos. Pero el australiano tiene un vuelo de bola que surca los cielos igual o más alto que nadie y eso le permite afrontar el desafío con solvencia.
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Sin embargo, si algo define su victoria en el The Genesis Invitational este domingo es su putter escoba. Ha sido letal cuando más lo necesitaba. Bien es cierto que se dejaba dos buenas opciones cortas de birdie en los hoyos 10 y 11, pero sus últimos siete hoyos han sido fabulosos con ese palo y ese modo tan peculiar de patear, sin anclar el palo al cuerpo porque está prohibido, aunque en ocasiones coloque la mano tan cerca del pecho que da que pensar.
Scott ha metido tres putts claves para ganar, todos ellos de entre tres y cuatro metros, uno de par en el hoyo 12 y dos de birdie definitivos en el 13 y 17. Los birdies se cotizaban caros hoy en Riviera y Scott ha sabido encontrarlos con su escoba mágica. Ha ganado con dos golpes de ventaja sobre Sung Kang, Scott Brown y Matt Kuchar, y tres sobre Hideki Matsuyama, Bryson DeChambeau, Rory McIlroy, Max Homa y Joel Dahmen. Finalmente, Scott ha sido el único que ha terminado en doble dígito tras un domingo apasionante que se ha convertido en una carrera de eliminación.
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Riviera ha vuelto a ofrecer un espectáculo extraordinario. A falta de nueve hoyos había nada menos que once jugadores separados únicamente por dos golpes. Realmente podía ocurrir cualquier cosa. De hecho, de esos once golfistas dos han finalizado fuera del top ten. El recorrido de Los Ángeles es una montaña rusa maravillosa, algo de lo que puede dar fe el propio campeón, que parecía despedirse del triunfo en los hoyos 4 y 5, después de encadenar un bogey y un doble bogey de manera consecutiva. Sin embargo, ha sabido mantener la paciencia, jugar con calma y agarrarse a su escoba mágica.
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Quien no pudo reponerse de un gran tropiezo fue Rory McIlroy. El norirlandés cometió triple bogey en el 5 y bogey en el 6 y nunca fue capaz de volver a engancharse al torneo. No se llegó a despedir del todo, pero no fue capaz de fabricar los birdies que hacían falta. Sus hierros no fueron tan buenos como en otras ocasiones y el putter anduvo mucho más frío que el de su compañero de partida.
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Los candidatos al triunfo iban apareciendo y desapareciendo a velocidad de vértigo. Fue un final precioso, aunque Adam Scott siempre pareció dominar la situación, sobre todo tras el birdie clave en el hoyo 13. Es la decimocuarta victoria de Scott en el PGA Tour, la trigésimo primera de su carrera. Con este éxito regresará al top ten mundial, un club en el que no estaba desde mayo de 2017, hace casi tres años. Por cierto, prosigue con el festival australiano en 2020. Es el tercero que gana en el PGA Tour tras Cameron Smith y Marc Leishman y a ellos hay que unir a Lucas Herbert y Min Woo Lee que han ganado en el European Tour. Cinco victorias con cinco jugadores diferentes en menos de dos meses.
