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Grayson Murray habla sin miedos de su adicción y sus problemas mentales

«El alcohol sacó de mí una especie de monstruo que no era yo»

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La redención de los alcohólicos. El año 2024 se ha abierto en el PGA Tour con el triunfo de dos jugadores que pasaron por un calvario debido a su adicción: Chris Kirk y Grayson Murray. Ambos bajaron a los infiernos por abusar del alcohol y los dos no sólo han salido del agujero sino que han recuperado su mejor versión golfística para cantar victoria, el primero en el Sentry y el segundo en el Sony.

Murray, vencedor en el Waialae Country Club tras un playoff con Keegan Bradley y Byeong Hun An, desnudó sus sentimientos nada más alzarse con su segundo triunfo en el PGA Tour, tras imponerse en el Barbasol en 2017, y no tuvo problemas en abrir su corazón para hablar de sus miedos, su adicción, su arrogancia, la ayuda que ha necesitado para salir del pozo y la fe en Jesucristo, celebrando que lleva ocho meses sin probar una gota de alcohol y que es un hombre nuevo, un hombre bueno que con 30 años quiere abrir una etapa vital y golfística totalmente diferente a la pasada.

Sus palabras pueden servir de motivación para cualquiera que está sumido en un oscuro túnel y cree que no hay luz al final del mismo. Le preguntaron a Murray si bebía durante los torneos y no tuvo reparos en admitir que lo hacía «en todos los eventos que jugaba; pensé que era invencible cuando llegué al PGA Tour con 22 años y gané en mi temporada novato. Jugué tres días con resaca cuando me llevé mi primer triunfo», rememora. «Lo mejor y lo peor que me ha pasado en la vida fue ganar en mi año de novato pero también sentirme invencible. Me llevó mucho tiempo llegar a este punto. Eso fue hace más de siete años. Soy un hombre diferente ahora. No estaría en esta posición hoy si no hubiera dejado el alcohol hace ocho meses», confiesa.

Asomado al abismo, asegura que esa persona en la que se convertía cuando bebía sin cesar no era él en realidad: «Creo que la forma en que me comporté era un poco arrogante a veces. Creo que el alcohol sacó de mí un lado que no era yo. En cierto modo, era una especie de monstruo en mí. Ahora estoy supertranquilo. Sé que la gente que me rodeaba conocía al verdadero Grayson. Tengo un gran corazón y me preocupo por mucha gente», revela.

Estuvo cerca de arrojar la toalla pero gracias a su familia ha salido adelante: «Quizás sentía un poco de lástima de mí mismo. Mis padres nunca se dieron por vencidos conmigo, así que sabía que esa no era una opción para rendirme. El golf me ha dado mucho. Económicamente me ha dado mucho. Me ha dado mucho alejarme de las luchas de la vida cotidiana. Me da consuelo ahora en el campo. Estoy feliz ahí fuera. Cuando vuelvo a casa ahora, no se trata de golf. Se trata de mi prometida, de mi familia y la perspectiva que tengo ahora es… realmente no puedo expresarlo con palabras».

En la entrevista nada más ganar el Sony comentó una cita que lleva grabada a fuego: cuando te canses de pelear, deja que alguien más pelee por ti. «Sí, es una frase de Jimmy Valvano (entrenador de baloncesto de la NCAA que murió por cáncer en 1993). Obviamente él estaba luchando contra el cáncer y yo no. Estoy seguro de que tuvo días en los que sintió ganas de darse por vencido y ya no podía seguir adelante. Tal vez los miembros de su familia lo estaban presionando para que siguiera adelante o tal vez pelearon por él y le dieron un poco más de inspiración. Me apoyo mucho en esa cita», sostiene.

Sus padres fueron los primeros en arrimar el hombro cuando estaba mal, en «días en los que no quería levantarme de la cama porque pensé que era un fracaso. Siempre me vi a mí mismo como un fracaso. Pensé que tenía mucho talento y eso era simplemente un desperdicio de talento. Era un mal lugar, pero como dije, hay que tener coraje. Hay que tener la voluntad de seguir adelante. Y aquí estoy, me siento muy bendecido y agradecido», aunque no olvida que «lucho contra la ansiedad y contra la depresión. Eso se debió en gran medida al consumo de alcohol. Me cuesta compararme con los demás, la autoestima. Hay muchos problemas que, aunque yo los llamo así, creo que son problemas comunes que todos soportamos. Me cansé de intentar luchar solo, un día pedí ayuda y fue entonces cuando mi vida cambió».

La altivez también acompañó durante años al jugador nacido en Raleigh (Carolina del Norte) y la envidia, que nunca es buena consejera: «Yo sentía que tenía el mismo talento que los chicos de mi quinta que llegaron al PGA Tour y los que salieron un año antes, pero ellos despegaron y yo no lo hice. Así que creo que la arrogancia me hizo sentir un poco humillado. Pero también estaba un poco celoso del éxito de esos muchachos, sabiendo que yo era tan bueno como ellos. Los celos no son algo bueno. Creo que todos tenemos nuestros propios caminos y nuestras propias formas de llegar adonde queremos estar. Tengo 30 años y siento que a partir de ahora puedo ser el golfista que siempre quise ser», zanja.

Palabra de Grayson Murray, el hombre que como Chris Kirk salió de la oscuridad y, recuperados ambos de su adicción al alcohol, han vuelto a ganar y, sobre todo, han vuelto a la vida.