Ni los más viejos del lugar recuerdan un escenario tan dantesco en Bay Hill. Siempre ha sido un campo duro, exigente, tenso, como le gustaba al mito Arnold Palmer, pero lo de este sábado ha sido extraordinario. Aquí van algunos datos rápidos para que se hagan una composición de lugar:
– Ninguna vuelta por debajo de 70 golpes. Sólo ha ocurrido una vez más en este torneo. Fue en 1980. Hace 40 años.
– Sólo una vuelta bajo par: Max Homa, 70 golpes. Ganó 45 posiciones.
– Media de golpes del día: 75,9. La más alta en Bay Hill desde 1983, segunda ronda.
– Sólo quedan ocho jugadores bajo par en el torneo.
– La última vez que en el PGA Tour, al margen de los Grandes, que no se vio ningún jugador por debajo de 70 fue en Doral en 2014, en el WGC Cadillac Championship.
– Brooks Koepka hizo 81 golpes. Su vuelta más alta de siempre en el PGA Tour. También hicieron su vuelta más alta Wolff, Oppenheim y Wyndham Clark.
– Ocho jugadores hicieron 80 o más golpes. Entre ellos: Patrick Reed, Hideki Matsuyama y Jimmy Walker.
– Rickie Fowler hizo un cuádruple bogey y Ryan Moore firmó un quíntuple bogey.
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Bay Hill se pareció más a un escenario de guerra tras la tercera jornada que a un campo de golf. Detrás de esta escabechina se encuentra una preparación de campo fantástica: greenes duros y rápidos, calles firmes, rough alto y denso, frío y un viento racheado que, sin ser un vendaval, causó estragos entre los jugadores a la hora de decidir el palo. Fueron condiciones duras, pero ni se acercó a la última ronda del Open Championship en Royal Portrush el año pasado, no crean. La clave es cómo está preparado el campo. «No hay manera de frenar la bola en los greenes, prácticamente no hay fricción. No me quiero ni imaginar lo que haría aquí hoy un jugador medio amateur», aseguraba Fowler.
Los jugadores sufrieron de lo lindo, pero desde el punto de vista del espectador fue una gozada. Es otro tipo de espectáculo y se disfruta mucho, sin la necesidad de ser un sádico. Es ver a los profesionales, a los mejores del mundo, ante unas dificultades diferentes a lo habitual. Y es una nueva demostración de que se puede complicar de lo lindo un campo sin necesidad de ir alargándolo de 300 en 300 metros.
Bay Hill se mantiene fiel a su indomable paradoja
Tyrrell Hatton (-6) es el líder destacado del torneo. El gran superviviente. Su putter tiene mucha culpa de esto. En sus últimos seis hoyos embocó dos putts de casi nueve y diez metros para birdie (hoyos 13 y 18) y otro más de par clave en el 17 de casi tres metros. «En el 18 saqué el puño cuando entró el de birdie porque si no se mete se hubiera pasado casi tres metros. Fue una sorpresa, un alivio», resumía el inglés sudando la gota gorda tras firmar la tarjeta después de un día durísimo.
Hatton tiene dos golpes de ventaja sobre Marc Leishman y Rory McIlroy. El Número Uno del mundo resiste en la pelea y se enfrentará este domingo a un desafío único en su carrera: jamás ha ganado un torneo cuyo resultado final haya sido por debajo de -12. Desde luego en Bay Hill ha conseguido mantenerse en la pelea hasta el final. Veremos si consigue rematar la faena y elimina esa etiqueta de golfista que brilla cuando las condiciones no son extremas.
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Dentro de la batalla por ganar hay que meter a todos los que están bajo par: Christiaan Bezuidenhout (-3), especialista en campos duros como demostró en Valderrama, Sungjae Im (-3), otro que dejó clara esta cualidad hace siete días en el PGA National, Danny Lee (-3), Harris English (-3), único estadounidense bajo par, y Sung Kang (-1), que acabó el día con un triple bogey para perder de una tacada seis posiciones. Con un resultado de par hay siete jugadores, entre los que destacan Bryson DeChambeau y Collin Morikawa. Una vuelta bajo par el domingo les daría alguna opción, pero claro, es tan complicado ganar a este Bay Hill…
