La noticia del fallecimiento de Grayson Murray se ha llevado el Charles Schwab Challenge por delante, aunque se haya disputado la tercera jornada por expreso deseo de los padres del jugador: “es lo que él hubiera querido”, le habían dicho a Jay Monahan, máximo dirigente del PGA Tour. Había que seguir adelante, aunque el dolor y la transcendencia de un suceso como este reduzca casi a la nada todo lo importante o reseñable que pudiera suceder sobre los 18 hoyos del Colonial Country Club.
Por ejemplo, esa tarjeta de 63 golpes de Scottie Scheffler (-10) que ha llevado al texano hasta la segunda posición, a cuatro golpes del líder, Davis Riley (-14), con quien compartirá el partido estelar del domingo. Uno recupera la imagen de Scheffler firmando el jueves aquel triple bogey en el hoyo 13 y desde luego no da crédito al hecho de que haya sido capaz de llegar a tiempo para meterse en el partido estelar de la ronda decisiva.
En fin, el despliegue del Número Uno del mundo ha sido superlativo, incluso en los greenes, parcela donde le cuesta más ser el mejor, o siquiera uno de los mejores (hoy lo ha sido, desde luego, sobre todo en ese esprint final, donde encadenaba tres birdies embocando putts desde más allá de los cuatro metros de distancia, uno detrás de otro ). Y también hay que dar todo el crédito a la resistencia del líder, que al fin y al cabo ha entregado el segundo mejor resultado del día (66 golpes), gracias a unos ocho primeros hoyos de locura, con un parcial de cinco menos en este tramo, antes de comenzar a fallar repetidamente las salidas por la izquierda… Por desgracia hoy todo esto, comenzando por el monumento al golf de Scheffler, era lo de menos. Hay que dejar constancia de ello, pero era lo de menos.
Alguno, como Webb Simpson, supo de la noticia antes de salir a jugar. Otros se enteraban una vez entregada la tarjeta, como ha sido el caso de Scheffler, que andaba ya dispuesto a atender a los medios para recrearse en su fantástica jornada de golf, cuando le informaban del fallecimiento de su compañero, momento en el cual pedía disculpas y evitaba hacer declaraciones. Finalmente sí lo hizo, aunque no ante las cámaras, y recrearse, lo que se dice recrearse, no lo hizo mucho, como no podía ser de otra manera. Reconocía, por cierto, que había llegado a conocer un poco mejor a Grayson Murray «en los últimos seis meses», y que todos sus pensamientos y oraciones iban en este momento para la familia del jugador.
Y mañana, más. Saldrán y competirán. Pero esta semana cuesta una barbaridad encontrarle la trascendencia a nada en este extraordinario circo del golf profesional.