Sergio García abandonó The Concession, el club donde se disputó el último campeonato del mundo (WGC Workday at The Concession), al borde de un ataque de nervios por culpa de su rendimiento en los greenes. Es sólo un modo de hablar, pues hace ya algún tiempo que el español trata de relativizar cualquier situación, por frustrante que parezca. Había encadenado, además, dos semanas de competición especialmente duras en los greenes. Una semana antes, en Riviera, falló el corte por un solo golpe después de dos rondas en las que no metió ni un solo putt de nueve pies (2,74 metros) hacia arriba, bien fuera para salvar un par, convertir un birdie o un eagle. Ni uno solo. Nos centramos en estas distancias medias y largas porque resulta una obviedad recordar que sin un alto porcentaje de conversión de cinco pies hacia abajo, sobre todo para completar las inevitables recuperaciones, realmente no hay manera de armar buenas vueltas o un nivel competitivo.
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En The Concession las cosas no fueron mucho mejor. En las cuatro rondas, y poniendo la lupa sobre esta misma distancia crítica a partir de los nueve pies, tan sólo embocaba un putt justo de nueve pies en la primera ronda para birdie y otro de 16 pies (4,87 metros) en la segunda para salvar un excelente par. Ni uno solo más.
Es verdad que los greenes de Riviera no son precisamente ‘amables’, más bien todo lo contrario, y los del Concession no se quedaban muy atrás en dificultad y enrevesamiento, pero ni por esas encontraba el español consuelo o explicación. Si apuntamos alto en la comparación, hacia la excelencia, basta señalar que el ganador en Riviera, Max Homa, enchufó nueve putts de nueve pies hacia arriba a lo largo de las cuatro vueltas, para par, birdie o eagle; y Collin Morikawa, en The Concession hizo lo propio en once ocasiones, ni más ni menos.
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Hay que pensar que sólo ayer, en la primera ronda del THE PLAYERS, Sergio enchufaba hasta seis putts de nueve o más pies en el Stadium course, cuatro de ellos además desde más allá de los 15 pies. De acuerdo: tampoco es lo normal y él lo sabe, pero a un punto medio hay que llegar si de verdad uno aspira a meterse más veces o con cierta asiduidad en la pomada de los grandes objetivos.
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Durante la semana de parón (él no jugó en Bay Hill), Sergio se ponía manos a la obra, aunque hay que recordar que ahora mismo Sergio no tiene en nómina a ningún profesor de putt o juego corto. Una vez más, se trataba de poner a prueba sus propias sensaciones y de buscar algo nuevo que pudiera ayudarle. El ‘grip’ apenas lo ha modificado desde que ganara el Sanderson Farms hace unos meses y sigue por la labor de no retomar la famosa pinza, al menos por el momento. Pero sí decidió introducir un cambio de herramienta. A partir de aquí también hay que señalar, es cierto, que sus sensaciones en los greenes del TPC Sawgrass han sido regularmente bastante buenas desde que jugara por primera este torneo en el año 2000 (lo ha hecho ininterrumpidamente desde entonces).
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Sergio fue ayer el segundo mejor en la estadística de ‘stroke gained putting’ (golpes ganados a la media con el putt). Hace unos meses, en el Sanderson, le bastó con terminar 35º en esta estadística para ganar. Y cuando consiguió el triunfo en el Byron Nelson de 2016 lo hizo terminando en el puesto 23º de esta estadística. No le hace hace falta, por tanto, ser el mejor en los greenes para ganar, ni siquiera estar entre los cinco o diez mejores (aunque en el Masters de 2017 sí que lo estuvo), pero tampoco se le puede dar tanta ventaja al resto como la que él concedió en Riviera y The Concession…
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