Inicio Grandes Circuitos PGA Tour Un restallido que aún resuena en Maui
Análisis de la ronda final de Jon Rahm en el Sentry Tournament of Champions

Un restallido que aún resuena en Maui

Compartir
Jon Rahm durante la jornada final del Sentry Tournament of Champions. © Sentry TOC
Jon Rahm durante la jornada final del Sentry Tournament of Champions. © Sentry TOC

Nos jactábamos el sábado de lo ancho, sólido o profundo que podía llegar a ser un ‘quiero y no puedo’ de Jon Rahm en un campo de golf, aunque fuera lamentando que sus opciones de victoria, ante un imperial Morikawa, habían quedado reducidas prácticamente a la nada.

En aquella tercera jornada había firmado una tarjeta de seis menos sin haberse sentido del todo cómodo con los hierros largos, medios o wedges en las manos. Sin llegar a clavar un buen puñado de disparos templados y certeros a las banderas del Plantation Course. Sin tener la confianza plena, en definitiva, o sentir esa finura especial que susurra al oído de estos jugones que hoy puede ser un gran día…

De hecho, después de 54 hoyos marchaba en el puesto 35º en la estadística de Strokes Gained Approach the Green. Eso, en un torneo con 39 jugadores. Vamos, que esta semana los tenía a casi todos por delante en tal apartado.

Hoy arrancaba con bogey en el 1 desde el centro de la calle, aunque sea obligatorio apuntar que ese segundo golpe, a 200 metros de la bandera, no era precisamente de mero trámite. Se las traía. Jon estaba harto de pegar un gran drive en ese primer hoyo y acabar en el rough, pasándose de largo la hierba segada al ras, que es exactamente lo que le había ocurrido los tres primeros días, así que hoy apostaba por salir con madera 3 y fiarlo todo a un segundo golpe más largo, pero en buena posición. Ni por esas: fallaba el green y no acertaba a embocar un putt de casi dos metros para salvar el par. No estaba siendo la gran semana de los segundos tiros.

Bien dicho: no lo estaba siendo…

A partir de ese momento, iba a desplegar su mejor juego de tee a bandera de la semana, fallando sólo un green más en regulación (hoyo 17) y, lo que es mucho más importante, juntando un buen ramillete de excelentes hierros. Como el del hoyo 2, par 3. O el del hoyo 5, par 5, donde se dejaba un putt corto para eagle que luego no convertiría.

Comentario aparte también merecen sus maravillosos aprochitos en los hoyos 12 y 14, los dos pares 4 cortos en los que se alcanzan las inmediaciones del green si se enhebra bien el disparo desde el tee. En el primero a punto estaba de hacer el eagle, globito mediante, y en el segundo daba una lección de temple, pellizco y precisión, desde una posición mucho más complicada de lo que pueda siquiera intuirse, para rondar también el eagle y dejarse dado el birdie…

Pero quisiéramos detenernos sobre todo en dos acciones concretas. Sus dos salidas en los hoyos 5 y 15, sendos pares 5 donde quedaba patente la determinación y cambio de marcha inaudito de este jugador. Sobre todo en la del 15. En el hoyo 5, es cierto, no contemplaba todavía la posibilidad del triunfo. Después de arrancar con bogey, su pensamiento marchaba por otros derroteros, tal y como confesaba al terminar la ronda: hagamos todos los birdies o eagles que podamos y a ver hasta dónde llegamos.

En el 15, sin embargo, ya olía la sangre y, justo en la hora de la verdad, su restallido con el driver en las manos resultaba descomunal en todos los sentidos: de una potencia y profundidad arrolladoras y una línea asesina, sencillamente perfecta, bendito seas por siempre power fade. Jon no dejaba de mirar la bola, recreándose y quizá consciente de que, mientras surcaba de aquella gloriosa manera el cielo de Maui, la posibilidad de hacer el eagle ganaba y ganaba enteros.

Volvamos al hoyo 5. Allí, sólo Luke List y Ryan Brehm han ido más largo que Jon desde el tee en la última jornada. Apenas dos o tres yardas, pero más largos. Y regresemos al 15 y al momento del todo o nada. Allí, cuando definitivamente había que tocar a rebato, reventaba todos los registros. Nadie se había acercado, ni iba a hacerlo, a sus 355 yardas desde el tee. Cameron Young, por ejemplo, un pegador más largo que Jon, se había quedado en 337, y Homa, que marchaba justo por delante del partido del vasco, la metía también por el sitio y se iba a las 346… Pero la gran mayoría del resto de competidores, se quedaban a cuarenta y hasta cincuenta metros del ‘morrosko’.

Hay que explicar que en este hoyo 15, para llevarla tan lejos, hace falta coronar y superar una plataforma cuyo pico máximo de altura está muy por encima del tee y que incluso recibe cuesta arriba, y de ese modo ponerla a rodar en la inmediata cuesta abajo, que tampoco es especialmente pronunciada (las hay mucho más abruptas en este campo), un reto que puede complicarse todavía mucho más con el viento en contra. La mayoría no lo consigue, o sólo a medias, pero es que además, la bola de Jon picaba este domingo muy profunda, justo en lo alto del pequeño cerro, donde ni por asomo lo hace ninguna, de tal modo que salía disparada, todavía con mucha fuerza, pendiente abajo…

Después, por supuesto, hay que pegar ese gran hierro, a 145 metros de la bandera y con un desnivel ascendente de veinte metros, muy pronunciado, hacia el green, y enchufar un putt de tres metritos de eagle para liársela definitivamente al líder…

Mientras Jon redondeaba tal faena, limpia y bellísima, aún resonaba en Maui el eco del formidable restallido de su driver. (Lo guionizan los chicos de Callaway, tan entusiasmados como están con su nuevo Paradym, y no les sale mejor).