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Tres historias reales de hoyos en uno que no sirvieron para ganar

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Walsall Golf Club.

Paren un segundo en esta agitada vida de confinamiento que llevan y reflexionen un momento sobre esto: ¿se puede perder un hoyo en un partido a match play después de haber hecho hoyo en uno? Tic, tac, tic, tac, tic, tac…

Más de un pensará a bote pronto que a éste que esto escribe se le ha ido la mano con el vino para empapar las torrijas. Sin negar que eso pueda ser cierto, tengo que decir que sí, que es posible perder un hoyo después de semejante proeza. De hecho, el golf nos ha brindado al menos tres relatos reales, con nombres y apellidos, a lo largo de la historia.

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El primero del que hay constancia ocurrió en 1870 en Musselburgh, un recorrido mítico del siglo XVIII (1774) situado en East Lothian, Escocia. Robert Clark pegó su golpe en el hoyo 18, un corto par 3 cuyo green no era visible desde el tee. Ningún miembro del foursome que estaba en juego vio la bola entrar en el hoyo por lo que empezaron a buscarla por los alrededores del green. Miraron por todos los sitios, especialmente Clark y su compañero ya que el duelo estaba empatado y ese golpe era definitivo. La bola no apareció, concedieron el hoyo y perdieron el partido.

Efectivamente, la bola de Clark estaba dentro del hoyo, pero a ninguno se le ocurrió mirar dentro de la cazoleta. Así recogió la historia el propio Robert, de profesión impresor, en una antología del golf que escribió. Después de aquello cambiarían la regla. Se considera que el hoyo está terminado cuando la bola está dentro, así que aunque lo concedas, al ser un hecho anterior el bueno de Clark habría ganado el hoyo, el partido y seguramente una buena pinta de cerveza.

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El segundo caso se reveló en una carta escrita por el reverendo H.C. Moor al The Times en 1940. La historia ocurrió unos treinta años antes en el On the Castle Bromwich Links, muy cerca de Birmingham. Dos hermanos estaban jugando un par 3 cuyo green estaba hundido en una vaguada y no se veía desde el tee. Después de pegar su golpe descubrieron que los dos la habían metido de uno. Un doble hoyo en uno. En teoría habría sido empate, pero como estaban jugando con hándicap, uno de los hermanos tenía un golpe en ese hoyo y se lo llevó.

Y el tercer método casi brujo de perder tras hacer hoyo en uno ocurrió en el 4 del campo de Walsall, en mayo de 1950. Era un par 3 de 166 metros, de nuevo con tiro ciego desde el tee. Grice y Watson jugaban un torneo del club y al llegar al green vieron que una bola estaba dentro del hoyo y la otra estaba en green, con una buena opción de birdie. Por desgracia, ninguno había marcado su bola y jugaban el mismo número y la misma marca. Era imposible saber de quién era cada una de las bolas. Así las cosas, determinaron que habían sido bolas perdidas y regresaron al tee para pegar de nuevo… ahora sí con bolas distintas.7

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Para que vean que no se puede cantar victoria, a veces, ni haciendo un hoyo en uno… Las tres historias están recogidas en el libro ‘Golf’s Strangest Rounds: Extraordinary but true stories from over a century of golf’.

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