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Larrazábal hace malabares sin meter un putt de más de 120 centímetros

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Pablo Larrazábal, hoy en la primera ronda del WGC México Championship. (© Golffile | Ken Murray)

Pablo Larrazábal (PAR) ha firmado su mejor vuelta en el Club de Golf Chapultepec. Aún es pronto, como él mismo dice, para hablar de venganza, pero al menos se marcha con la satisfacción de haberle aguantado en pie los 18 asaltos al recorrido mexicano. Hasta ahora, sus vueltas en este campo eran de 73, 73, 75 y 78. La sangría se ha detenido. Es más, se ha marchado a su hotel situado en el populoso barrio de Polanco con la convicción de poder ganar por K.O. a poco que el putt funcione medianamente bien.

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La primera ronda de Pablo en el WGC México Championship ha sido un perfecto reflejo del momento de forma que atraviesa. Su juego largo está de dulce. Coge muchas calles, muchos greenes y apenas se mete en problemas. El trabajo que está realizando con el equipo de Robert Rock y la supervisión de su hermano Alex vale su peso en oro. Es otro jugador, más sólido, más consistente, más fiable. Si consigue mantener este nivel de tee a green, va a ser muy difícil que no lo veamos más de una, dos y tres semanas este año peleando por las victorias.

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Hoy ha hecho el par en un campo bastante complicado sin meter un putt desde más allá de 120 centímetros. No es una manera de hablar y ni mucho menos una exageración. Es algo literal y estadístico. Los putts más largos que ha metido han sido de cuatro pies en el 2 y en el 7, ambos para par. Su único bogey del día llegaba en el 4 tras fallar desde menos de un metro y el único birdie lo hacía en el 9 con otro putt de menos de un metro.

Pablo sabe que la venganza debe servirse en plato frío

Realmente, la vuelta de Larrazábal podría haber sido perfectamente de dos o tres bajo par. Sin estridencias. Sin hacer nada del otro jueves. Se le escapó el putt corto de par en el 4, otro de birdie de metro y medio en el 5 y ha hecho tres putts desde 10 metros en el 15. Ahí se ha dejado un resultado aún más bajo y la posibilidad de estar ahora mismo metido de lleno en el top 5 del torneo.

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Sea como fuere, la lectura positiva del juego de Larrazábal es la fiabilidad. Con su juego corto, a la altura de los mejores del mundo, en cuanto encuentre cierta confianza con el putter, lo veremos habitualmente arriba. Además, mantiene la tranquilidad y los pies en el suelo. No quiere ir más allá de lo que ha ocurrido hoy y ni mucho menos lanza las campanas al vuelo. Piano a piano. Su objetivo de hacer una gran actuación en una cita importante aún está en pie, pero todavía quedan 54 hoyos. Un mundo.