Inicio Masters de Augusta Masters de Augusta 2016 Nunca te fíes de un padre cansado pero alegre
Danny Willett conquista el Masters de Augusta once días después de tener a su primer hijo

Nunca te fíes de un padre cansado pero alegre

Compartir

El pasado 29 de marzo nació su primer hijo, Zacharia, y él estuvo allí. Le habían adelantado el parto a su mujer precisamente para que pudiera jugar sin sobresaltos el Masters. Pero Danny Willett, el padre feliz, dijo nada más llegar a Augusta que se sentía muy cansado (ya se sabe, el estrés del primerizo) y que si no fuera un ‘major’ no hubiera venido…

Sin embargo, hay un dicho de golf inglés que dice «No te fíes de un padre alegre». Y para que queríamos más: Zacharia ha venido al mundo con una chaqueta verde bajo el brazo, que no es un pan, pero tampoco está nada mal.

Willett, ahora sí, se está ganando todo el derecho a ampliar la camarilla del Big Three o el Big Four, (según versiones: Day, Spieth, McIlroy son los titulares y Fowler entra y sale), a un Big Five galáctico. Ha cantado victoria en su decimosegundo Grande. Doce le han bastado. Y, para los amigos de la cábala y la numerología, apuntemos además que había llegado a este torneo como Número 12 del mundo y que ha ganado el Masters en el 12. El hoyo 12 del Augusta National. En el corazón del Amen corner, donde Jordan Spieth firmaba un terrible cuádruple bogey tras enviar dos bolas al agua y abría el portón de la fortaleza. Willett dijo así sea. Y así fue, amén.

De nada hubiera servido el descalabro del texano, por supuesto, si el inglés de 28 años no hubiera firmado un 67 de enorme valor (el mejor resultado de la cuarta jornada, de hecho). Al fin y al cabo si en algo se parece a Spieth es en un toque de putt asesino y en su primorosa capacidad para recuperar alrededor de green. Se parecen en otra cosa: ambos han ganado el Masters en su segunda participación.

El golf europeo se trae la chaqueta verde diecisiete años después y Danny, de paso, se mete de cabeza en el equipo de la Ryder. Buena falta le hará a la escuadra de Darren Clarke el desparpajo de este jugador, porque vaya manera de disfrutar la suya en el vergel de Georgia, jugando junto a Lee Westwood (-2), que durante unos minutos, los que van de su eagle en el 15 al bogey en el 16, también se puso a tiro de victoria.

Ha sido un Masters extraño, áspero, aunque maravilloso a la postre. Único. Y muy duro. Probablemente pasará a la historia como el Masters de los ingleses (Willett ganador, Westwood, segundo; Casey, cuarto, Fitzpatrick, séptimo y Rose, décimo), aunque en el hoyo 63 dominaba el de siempre, Spieth, que venía de firmar cuatro birdies consecutivos. Dos bogeys en los hoyos 10 y 11 lo llevaban en un mar de dudas al tee del 12 y allí hay que llegar resuelto y decidido, incluso en una jornada de bonanza, con muy poquito viento.

Trató de regresar tras la debacle, pero un bogey en el 17 decantaba la balanza a favor de Willett definitivamente. Mucho antes se habían quedado por el camino Rory McIlroy (+1) y Jason Day (PAR), que nunca encontraron el modo de meterle mano al campo en la jornada decisiva. Tampoco Dustin Johnson (-1) ofrecía nunca una respuesta fiable, lastrado por su falta de brillantez en los greenes más famosos del mundo, mientras Bernhard Langer (+6) se había bajado de su corcel blanco con alas en el hoyo 3, donde ya acumulaba un parcial de tres más en el día. Es curioso: ¿saben qué dos jugadores compartieron nueve hoyos de práctica el pasado martes en el Augusta National? Willett y Langer. Cuenta el inglés que le ayudó mucho…

Rafa Cabrera ha cerrado su debut en el Masters con una nota de Matrícula y unas cuantas lecciones aprendidas de cara a la siguiente edición, más que probablemente en 2017. Una de ellas es bien interesante y reveladora: se puede ganar el Masters precisamente al segundo intento.