No hay mejor comienzo para un amateur. Ni para un profesional. Jon Rahm ha comentado a menudo que si pasas los seis primeros hoyos al par o con -1 en el Masters, va bien la cosa. Sam Bennett, sexto en la clasificación, iba con -4 tras su primer tercio de vuelta tras un birdie al 1, un eagle al 2 y otro birdie al 6. Estelar. Ligó luego 12 pares seguidos para centrar la atención de los aficionados y de la prensa. No sumó ningún bogey, un dato inédito para amateur desde hace más de 30 años.
Además, el jugador de 23 años de Texas A&M, compañero de equipo de Jaime Montojo y donde compite también Blanca Fernández García-Poggio, tenía al lado nada menos que al número uno del mundo y defensor del título, Scottie Scheffler, como es tradición en el Torneo de Maestros al emparejar al actual ganador de la chaqueta verde con el vencedor del US Amateur. «Sabía que estaba nervioso, pero lo hizo muy bien, es divertido de ver y estoy contento por él», afirmó Scheffler al final de la ronda.
Bennett siempre tiene presente a su difunto padre, Mark, que falleció por alzhéimer en 2021. De hecho cumple a rajatabla un consejo que le dio su progenitor y que lleva tatuado en el antebrazo: «No esperes para hacer algo». Y no se ha demorado este chico de quinto curso, que empató el récord de anotación más baja de un aficionado en los nueve primeros hoyos, uniéndose a un ilustre grupo de siete golfistas que han logrado esta hazaña, entre ellos Matt Kuchar en 1998, Ben Crenshaw en 1973 y Ken Venturi en 1956. Este último ostenta la marca de ronda más baja de un amateur con los 66 golpes que hizo en la primera ronda de 1956.
Bennett, natural de Madisonville (Texas) y sexto del ranking mundial aficionado, logró 13 greens en regulación, cogió 13 y sólo necesitó 27 putts. Ha amarrado en los primeros 18 hoyos una buena ventaja sobre el segundo amateur, el australiano Harrison Crowe (+3).
Al texano, que lleva en la bolsa a su entrenador en la universidad y lo piropea, le pone la presión, le gusta competir con los mejores del mundo, no se achanta… «Él me ayudó a desenvolverme bien. Fuimos inteligentes, marcamos nuestros números, sabíamos dónde queríamos estar. Tuve muchos partidos sin estrés, que es lo que quieres en un lugar como éste. Estaba ansioso por jugar, realmente no podía quedarme quieto. Simplemente lo disfruto. Ahí es donde quiero estar, ser capaz de pegar esos tiros ante tanta gente y sentir la presión. Me encantó. Como he dicho muchas veces, tengo experiencia. Me siento preparado para esta etapa. No he jugado a mi mejor nivel en el golf universitario, pero cuando hay presión, suelo jugar bastante bien». Desde luego, el primer día en Augusta dejó a todos estupefactos. Y su padre seguro que estará orgulloso y le seguirá susurrando: «No esperes para hacer algo».
