Inicio Masters de Augusta Masters de Augusta 2023 Peripecias nada augustas
Contracrónica de la primera jornada del Masters

Peripecias nada augustas

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Sergio García
Sergio García golpea la bola en el tee del 1 en la primera ronda del Masters.

Candelario (Salamanca). Desde aquí, por tierras chacineras, seguimos (o intentamos) el Masters. Con nuestras mejores galas: chorizo y tinto. Combinación sin verde. La mañana empieza con mal pie. Con la tostada y el café, echo un ojo a la prensa. La Gaceta lleva cinco páginas deportivas y ni siquiera un breve del primer major del año. Un pescozón para mis colegas. Me congratula, en cambio, que en La Razón llevan un paginón entero. No todo es el Barça-Madrid. De hecho, el telediario de Antena 3 también dedica un par de minutos al golf, con protagonismo para los niños de los jugadores, el doble hoyo en uno de Seamus Power y unas palabritas del chef José Andrés, invitado por Sergio García. Menos da una piedra.

La logística para seguir por internet el torneo tiene su miga. Su migón. Peripecias nada augustas (según la primera acepción de la RAE: «que infunde o merece gran respeto y veneración por majestad y excelencia»), vaya, para ver la jornada. Los muros de las casas están reñidos con la tecnología. A más grosor, menos cobertura. La conexión va y viene. Drama. Salgo pitando a un bar. Pido un café con wifi. Tuercen el gesto pero me lo dan. La bebida y la contraseña. Bravo. Llego a punto. Jon Rahm en el green del 1. Doble bogey. Suelto algún improperio y en la taberna me preguntan si hay fútbol. «No, es el Masters», respondo. Me miran con estupor y, yo diría, cierta lástima.

Al rato, cuando el español entra en calor y el menda está matando un whisky solo (y solo) dispuesto a pedir el segundo, el camarero le dice que puerta, que cierran para preparar el local para la noche. Virgen santa. ¿Dónde voy? Cierro el portátil y busco otro garito con la clientela sonrosada por el sol y los efectos etílicos del mediodía. Allí me hago fuerte en una esquina con otro destilado. Pegó un grito de aúpa con el eagle del 8, aunque Sergio García marcha descarrilado. Los parroquianos de mi vera se sobresaltan y me ponen verde por emocionarme con el golf. Obviamente, no saben quién es Viktor Hovland y que se está merendando Augusta.

La cosa se está calentando con tanto alcohol entre la concurrencia y un paisano me recomienda entre balbuceos que en el parque, en algún banquito de los alrededores de la oficina de turismo se pilla el wifi. Allá voy. Qué trasiego. Tras varios intentos baldíos, al fin engancho la red… y José María Olazábal hace un birdie. «¡¡¡Vamosssss!!!». Al anciano del banco de enfrente casi le da un soponcio y me reprende convenientemente. De batería anda justito el portátil. La de Sam Bennett, sin embargo, está a rebosar: un birdie al 1 y un eagle al dos. Empieza con fuerza Scheffler. Adam Scott reverdece viejos laureles. Todo va como la seda para Rahm, que hace un chip marca de la casa para dejarse dado el birdie en el 15. De momento va segundo. Toma ya. Anochece aquí y la pila del ordenador va a pedales. Cerramos la conexión por problemas técnicos, que suena a excusa barata. Lo que es. Esperemos que la segunda jornada sea menos accidentada. O que el alcalde de Candelario dé facilidades a los internautas. Aprovecho a que las elecciones están ahí ya mismito.

Nota. La tercera definición de augusto/a es «payaso de circo que, con carácter bromista y ropa extravagante, forma pareja con el clown«. Igual entonces mis peripecias han sido algo augustas…