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Morikawa cuenta la bonita intrahistoria del instante crucial del PGA Championship 2020

El golpe icónico del PGA fue una genialidad que no estaba en el guión

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Collin Morikawa se abraza con su caddie JJ tras ganar el PGA Championship. (© Golffile | Ken Murray)

Collin Morikawa decidió el miércoles antes de empezar el PGA Championship que no buscaría el green del hoyo 16 de uno. No le cuadraba. No lo veía. Así se lo dijo a su caddie y se lo comentó también a Colt Knost, que pasaba por allí. Para esto sirven las rondas de prácticas. Para establecer la estrategia, tomar decisiones y diseñar la hoja de ruta que cada jugador va a llevar a cabo cuando se reparta el bacalao. Por suerte, Morikawa es un tipo flexible en sus convicciones.

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El domingo cuando llegó al tee de este vibrante par 4 de riesgo/recompensa del TPC Harding Park y escuchó a su caddie ‘cantarle’ la distancia al principio de green (278 yardas) y a la bandera (294) no lo dudó. Conciso y claro. «Dame el driver». Esa decisión no estaba en los planes y su caddie, fiel escudero y gran profesional, insistió: «¿Estás seguro de que quieres pegar el driver?». La pregunta tenía toda la lógica. Ambos habían decidido jugar corto este hoyo y así lo habían hecho jueves, viernes y sábado. El balance, además, no había sido malo: un birdie el sábado y dos buenas opciones de birdie el jueves y el viernes, aunque los putts, de tres y cuatro metros, no entraron. «Sí, es de drive, es la distancia perfecta», respondió tajante Morikawa y agarró el palo.

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El golpe fue sublime. Un maravilloso despliegue de perfección en el momento apropiado. Una genialidad que se salía del guión, así como su reacción. «JJ (su caddie) se me acercó y empezó a hablarle a la bola… A mí no me gusta decirle cosas a la bola cuando está en el aire, no suelo hacerlo, pero de repente me vi gritándole: «¡bota bien, un buen bote, un buen boteeeeee…!». Y efectivamente, dio un bote perfecto», recuerda el campeón del PGA.

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Estos golpes que pasan a la historia de los torneos suelen ser recordados para siempre por la ejecución de los mismos, la preparación y, por supuesto, la reacción del público. Lo normal es que el TPC Harding Park se hubiera venido abajo. Ninguna casa de San Francisco se habría quedado sin saber qué había ocurrido allí. Algarabía, júbilo, gritos, choques de puños, alguna apuesta ganada, otras muchas perdidas… Pero no, no hubo nada de eso. Por primera vez en la historia moderna de los Grandes, el golpe más importante del torneo apenas sí tuvo repercusión más allá de las cuerdas. «Escuché unos aplausos, más o menos lo que correspondería en cualquier torneo con público a dejarme una oportunidad de eagle de unos 15 metros…», bromeó. Es lo que tienen los Grandes sin público en era de pandemia.

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Pero la bola no estaba a 15 metros. Se había quedado a dos. Era el momento de dar el golpe de gracia al torneo. «Lo tenía claro. Conforme me acerqué a la bola y vi la distancia al hoyo me convencí de que había que meterlo. Sabía que haciendo ese eagle dejaba el torneo visto para sentencia. Sabía perfectamente cómo estaba la situación y si metía ese putt prácticamente lo cerraba. No había otra opción». En el camino hacia el green, JJ y Morikawa recordaron el hoyo 14 de Muirfield el domingo del Workday, otro par 4 riesgo/recompensa en el que tiró a green de uno. Otro drive perfecto con su swing de seda. Aquella vez se quedó a poco más de tres metros del hoyo para eagle y falló el putt. «Esta vez va a entrar», le dijo a su caddie mientras caminaban.

El putt también tuvo su proceso. Morikawa admitió tras levantar el trofeo que estaba nervioso. «Mucho. Era un momento muy importante y lo sabía. Me esforcé en transformar esa tensión en concentración y emoción. Me lo tomé con calma y le pedí a JJ que leyera también la caída. En realidad lo que quería era tomarme más tiempo para respirar bien y hablar con él. En esas situación de tanta presión, creo que es importante la comunicación para aflojar el ambiente. Si te lo quedas todo por dentro puede ser peor», explica. El putt fue perfecto. Entró por todo el centro del hoyo y sentenció el torneo.

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Así se diseñó el golpe mágico con el que será recordada para siempre la victoria de Morikawa en el PGA Championship 2020. Aunque lo mejor, sin duda, en los tiempos que corren en el golf de pegadores extraterrestres, fue su moraleja final:»por suerte no pegó 330 yardas con el drive…».