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Phil Mickelson, líder en solitario del PGA Championship tras la tercera jornada

Mickelson y Koepka, tan absolutamente fieles a sí mismos, se citan en una última ronda memorable

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Phil Mickelson
Phil Mickelson en la tercera jornada del PGA Championship.

Vestido de negro de los pies a la gorra. Uno de los uniformes clásicos de Phil Mickelson. Y una seña de identidad con la que anclarnos al suelo antes de arrancar un relato vertiginoso.

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Phil sale en el partido estelar de la tercera jornada del PGA Championship y lo va bordando durante los dos primeros tercios del Ocean course de Kiawah Island, todo lo hace bien, pega duro y al sitio desde el tee, hierrazos marca de la casa y un putt afilado que te mata suavemente con su canción, pero en el hoyo 12 falla la primera calle y no a cualquier sitio, qué va, sino a un bunker estrecho y puñetero, cortesía de Pete Dye, así que cae el primer bogey, no sin antes dejar la bola literalmente asomada al balcón del hoyo con el putt largo de par; acto seguido, en el 13, decide no protegerse por el lado izquierdo, como hacen nueve de cada diez de los profesionales presentes en esta cita (según ha reconocido Padraig Harrington con honestidad, porque, explica el irlandés: “Phil pega el tiro que cree que tiene que pegar, aunque sea el más difícil”) y manda la bola directa al agua, enhebrándola además por la peor de las líneas, pues se ve obligado a dropar en el mismo tee, todo muy Mickelson, como se ve, doble bogey y a otra cosa, aunque está a punto de salvar un bogey imposible, porque él es así y además va vestido de negro de los pies a la gorra; y cuando uno espera que pueda entrar en barrena y dilapidar el parcial imperial de cinco menos que traía de los once primeros hoyos, pega uno de los tiros del día en el 14, par 3, pero a continuación yerra el putt de metro y medio de birdie, porque él es Phil Mickelson y Phil Mickelson hace las cosas a su manera o no sería Phil Mickelson; tampoco lo sería si su bola no acabara en el 16 debajo de la rueda de un buggie, aunque no hay problema, se mueve el cochecito y ya está, y además el californiano, claro, se fabrica una buena opción de birdie que vuelve a errar, para a continuación pegar otro de los golpes del día, esta vez en el temido 17 (sólo el disparo de Woodland fue mejor), de donde sale con el par minutos antes de finalizar la ronda en el 18, tan temido o más que el 17, con una recuperación mágica marca de la casa que definitivamente lo deja ahí arriba, vuelta de 70 golpes, acumulado de -7 y líder en solitario de un Grande después de 54 hoyos y muy cerquita de cumplir los 51…

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Tiembla el récord de Julius Boros, hasta hoy el jugador que mantiene el récord de ganador de ‘major’ con más edad, después de llevarse precisamente un PGA (1968) con 48 años, 4 meses y 18 días. O quizá no tiemble tanto, pues campa por ahí a sus anchas un tal Brooks Koepka (-6), siempre al quite en semanas grandes.

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El de Florida también ha sido hoy (como toda la semana) fiel a sí mismo, con la capa de ‘supermajor’ atada al cuello, metido en una burbuja de mármol, jugando con el manual tatuado en la visera, poderoso, siempre bien plantado, fallando más bien poco y asumiendo los escasos errores como quien se rasca distraído la panza. Brooks acaba de cumplir los 31, pero mañana va a tratar de sumar su quinto Grande, que son los que tiene Mickelson. Otra cosa muy distinta es imaginarse a Koepka fresco como una lechuga, dentro de veinte años, disputándole un Grande a toda la chavalería. Eso está al alcance del de San Diego, de Tom Watson (Open de 2009) y de nadie más.

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Este PGA transita cada día por vías de altura. Es espléndido en todo su conjunto y Phil ha venido a darle además un barniz de leyenda. Quedan un puñado de jugadores por debajo del par, sólo doce y de entre ellos saldrá el ganador. Además de los dos citados, Phil y Brooks, que saldrán en el partido estelar, todavía hay que darle muchas opciones a Louis Oosthuizen (-5), aunque dos putts cortos errados al final de la vuelta le hayan restado unas cuantas. A continuación, Streelman (-4), Bezuidenhout (-3), Grace (-3), Woodland (-2),  Niemann (-2)… Y DeChambeau (-2), de quien todavía cabe esperar una última ronda memorable. Por pimienta que no quede.

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Los golpes más espectaculares de Mickelson en la tercera ronda