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Crónica de la vuelta de Jon Rahm en la tercera jornada del PGA Championship

Una penúltima bocanada de aire

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Jon Rahm durante la tercera jornada del PGA Championship 2023. © Golffile | Eoin Clarke
Jon Rahm durante la tercera jornada del PGA Championship 2023. © Golffile | Eoin Clarke

Es una de las dichosas gracias del golf: los aciertos en una parcela no siempre (o casi nunca) son correspondidos con los de otra. Hoy pegas de muerte con el driver, pero los hierros andan sosos; mañana te sales del mapa con los hierros, pero el putter está frío; y pasado mañana no dejas de embocar purazos, pero lo más normal es que el juego de tee a green vaya justito…

Después, por supuesto, se encuentra uno con monstruos de la talla de Jon Rahm (+6, hoy vuelta de 72), por poner un ejemplo, que son capaces, un día y otro, de sacar una nota excelente en todas las parcelas del juego. A ver: por eso es Número Uno del mundo, entre otras cosas.

Esta semana, en el PGA, sin embargo, no ha sido así. Y de una manera un poco infantil, si se quiere, hoy le veíamos patear y lamentábamos que el viernes no hubiera tenido semejante acierto en los greenes. Porque en esa segunda ronda Jon bordó el golf de tee a green en 16 de los 18 hoyos y sin embargo no acertaba con la cazoleta de ninguna de las maneras. Hoy, las ha metido de todos los colores y desde todas las distancias, para firmar una notable tarjeta de 72 golpes, dos arriba del par, un registro mucho más que decente en una jornada pestosísima, casi infernal.

No es sencillo asumir que esa agua que ya te está cayendo encima durante la sesión de calentamiento en la calle de prácticas, va a seguir haciéndolo durante toda la vuelta. Y cuando se dice durante toda la vuelta es de manera intencionada y literal: Jon, y otros muchos jugadores, pegaban el drive en el tee del 1 bajo el agua y embocaban el último putt en el 18 de la misma manera, sin un solo minuto de interrupción. Ni en Escocia. En estas condiciones se hace muy complicado mantener la determinación y confianza en cada tiro. O manejarse con cierta eficiencia desde el rough: si en Oak Hill, esta semana, cada vez que se fallaba una calle, o un green, era como un ligero dolor de muelas, lo de hoy, con el rough empapado, pesadísimo, ha sido como una endodoncia sin anestesia.

Jon arrancaba de la peor y más cruel manera: con un drive en el 1 que dejaba por muy poquito la bola en un bunker de calle y una posterior corbata de 360 grados en el putt que tiraba para salvar el par. A continuación, en el hoyo 2, nuevo bogey tras errar la salida… En ese momento, ya sí, podía casi adelantarse que el gran campeón de Barrika no iba a poder luchar por el triunfo en el segundo Grande del año.

A pesar de los pesares, desde aquel desafortunado arranque de vuelta que aniquilaba prácticamente cualquier oportunidad de remontada épica, el español iba a sacar adelante un meritorio parcial de PAR en los 16 hoyos restantes, con mención especial para ese final mayestático en los hoyos 17 y 18, dos monstruos en el día de hoy, donde Jon sacaba el birdie en el primero de ellos y a punto estaba también de hacerlo en el segundo. “Si me dices en el 11 que todavía iba a tener una opción en el 18 de acabar +1 en el día, te habría llamado loco”, señalaba después de firmar la tarjeta. Y es verdad, tal objetivo hubiera sido poco menos que una quimera en aquel momento. Pase lo que pase, él sigue tirando del carro, siempre encuentra una penúltima bocanada de aire que darse y ofrecer.

Y esto no se ha acabado. Le quedan a Jon cosas por hacer y cuadrar. Por ejemplo, un domingo esplendoroso en el que juntar al fin la excelencia en todas las parcelas del juego. ¿No habíamos quedado en que él sí puede hacerlo?

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