Inicio The Open Championship 2018 Crónicas de un árbitro desde Carnoustie El observador, la grada del 18 y los rugidos de Carnoustie

El observador, la grada del 18 y los rugidos de Carnoustie

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Justin Rose, durante la última ronda del Open Championship. © Golffile | Eoin Clarke
Justin Rose, durante la última ronda del Open Championship. © Golffile | Eoin Clarke

Acabó el Open Championship con un domingo de golf memorable y lo primero que me pide el cuerpo es que ojalá empezara otra vez mañana. La experiencia ha sido increíble. Ha superado incluso las expectativas que tenía, y os puedo asegurar que eran bastante altas. Ha sido una semana maravillosa y sólo espero que algún día se pueda repetir. Desde ya me gustaría decir que lo del año que viene en Royal Portrush me viene fenomenal…

Con la piel de gallina en el hoyo 18

Os cuento cómo han sido los dos últimos días. El sábado me tocó el Gordo de la Lotería. Arbitré el mejor partido de la mañana. Me tocó con Justin Rose y Kiradech Aphibarnrat, así que os podéis imaginar lo mucho que disfruté.

Tuve un ‘ruling’ curioso, aunque bastante sencillo. Rose me pidió reparar una tapa de un hoyo antiguo en el green del hoyo 3. Ya sabéis que cada día cambian de posición las banderas en los greenes y que a veces el agujero antiguo no queda perfectamente reparado. En este caso, la marca del antiguo estaba a apenas dos metros del hoyo y por supuesto Justin tenía derecho a la reparación. Es la Regla 16-1.

Mi primer ‘ruling’ en el Open ha sido ‘con el VAR’

Más allá de este ‘ruling’ quiero decir que fue una delicia ver jugar a Rose. Es uno de esos días en los que puedes llegar a pensar que el golf es fácil. ¡Qué nivel! Fue también una gran experiencia para mí, ya que no es lo mismo arbitrar un partido de jugadores menos conocidos, que no llevan a tanto público y marshals, que el de Rose. En la calle podían haber entre voluntarios y marshals unas veinte personas y muchísimo público siguiendo el partido. Para el árbitro también es más presión, pero la verdad es que fue todo como la seda. ¡Extraordinario!

Francesco Molinari y Pello Iguarán en el hoyo 9 el domingo. © Golffile | Eoin Clarke
Francesco Molinari y Pello Iguarán en el hoyo 9 el domingo. © Golffile | Eoin Clarke

El domingo me tocó una nueva función. Me designaron para ser el observador del partido de Thorbjorn Olesen y Satoshi Kodaira. Me imagino que os preguntaréis que significa ser un observador. Pues más o menos es como el cuarto árbitro en fútbol. Está para ayudar al árbitro. Va por delante y están en contacto por un pinganillo. Básicamente, se trata de alertar de cosas que igual no se pueden detectar desde atrás. Por ejemplo, en el hoyo 16, mucho jugadores se pasaban la bandera y la bola acababa al fondo, cerca de la grada. Pues yo le decía si iba a necesitar alivio por la interferencia de la grada o no. Parece que no es importante o que es puro trámite, pero ayuda muchísimo a aligerar el juego y acertar en la toma de decisiones. Por ejemplo, hubo ayer un partido en el que los dos jugadores se marcharon fuera de límite. El observador es quien lo puede confirmar para que peguen otra bola desde el tee y ahorrarse el tiempo de ir, ver si está la bola jugable y en caso contrario tener que volver de nuevo al tee.

Cámaras, fueras de límite y alivios razonables

Ha sido la primera vez en mi vida que he visto un Open Championship en directo y he disfrutado muchísimo de la última hora de juego del domingo. Los árbitros teníamos una mini-grada en el hoyo 18, sin sillas, un espacio para estar de pie, y desde ahí pude ver el final del torneo. Fue muy emocionante y me alegré especialmente por la victoria de Francesco Molinari. Un gran tipo. Aunque, sin duda, lo que más me llamó la atención fueron los rugidos del público con Tiger Woods. Sabías perfectamente lo que iba haciendo por el campo. Es alucinante.

Como alucinante ha sido la semana completa. ¡Viva el Open Championship! Ojalá podamos repetir la experiencia y seguir hablando para todos del apasionante mundo de las Reglas de Golf. Es muy interesante y puede ser divertido, por no hablar de los golpes que uno se puede ahorrar teniendo un mínimo conocimiento de las mismas.