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Crónica de la segunda jornada del Open Championship en Royal St. George's

Un Oosthuizen de récord lidera la ‘carnicería’ de una jauría letal

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Louis Oosthuizen durante la segunda jornada en Royal St. George's. © Golffile | Eoin Clarke
Louis Oosthuizen durante la segunda jornada en Royal St. George's. © Golffile | Eoin Clarke

Jornada esplendorosa en Royal St. George’s, la segunda de la 149ª edición del Open Championship. El cielo se abría después de las primeras horas de juego, el sol se gustaba y el viento, de nuevo, se movía muy por debajo de las previsiones durante buena parte de la jornada, así que una jauría numerosa de extraordinarios jugadores de golf aprovechaba para descoser sin piedad las costuras del vetusto y maravilloso links inglés.

Lo primero es lo primero: Louis Oosthuizen (-11) es el líder destacado después de firmar un 65, que seguía al 64 del jueves, con lo que la suma de ambas tarjetas es de 129 golpes, que es el récord absoluto en las dos primeras rondas en la historia de este torneo legendario. El sudafricano es insufrible cuando se mueve en tales biorritmos de golpes certeros y birdies, si se permite la expresión y en el mejor de los sentidos. Y eso que un descuido en el 16 le costaba el primer bogey de la semana, porque su exhibición estaba llegando a la altura de la de Morikawa por la mañana, si es que no la superaba. No se inmutaba Louis durante los catorce primeros hoyos mientras encadenaba un tirazo detrás de otro, y un gran putt detrás de otro, incluyendo el de eagle que enchufaba desde unos siete metros en el último par 5 del recorrido inglés (hoyo 14).

Después, es cierto, se atragantaba ligeramente. En el 15 tenía que sacar adelante una recuperación para salvar el par, acto seguido le caía el bogey en el 16, par 3, después de irse a la arena, y en el 17 también salvaba un buen par después de irse un pelín largo con el segundo tiro. Nada del otro mundo, es verdad, pero son estas ligeras lagunas, que aparecen en momentos de presión, es cierto, pero también cuando menos se esperan, las que hasta la fecha han separado al sudafricano de la consideración de jugador de época, múltiple ganador de ‘majors’. Todavía está a tiempo de reescribir su historia, tal y como se está comprobando esta misma temporada.

Nadie, ni siquiera un Oosthuizen en perfil Matrix, hubiera sido capaz de sentenciar un torneo de este calado en 36 hoyos, pero después de firmar el eagle, con cuatro hoyos por jugar que estaban dando birdies en el tramo final de esta jornada, aparecía allá al fondo, en el horizonte, la posibilidad real de que el sudafricano fuera capaz de irse incluso hasta un -14 jupiteriano que realmente hubiera puesto muy complicadas las cosas a todo el mundo. No fue así y, aunque el sudafricano es por el momento el dueño del cortijo, lo cierto es que nos ha quedado un Open que da vértigo.

Morikawa había entregado un 64 matutino y hay que darle todo el crédito, porque el joven californiano ha jugado los dos días en el peor turno, indiscutiblemente. No es que los de su lado del cuadro se hayan tragado huracanes y aguaceros, fenómenos tan propios del British, pero sí lo han tenido más difícil por culpa de un viento que, sin embargo, en las últimas horas de la jornada de hoy, andaba amodorrado, sin nervio alguno.

El 64 de Collin Morikawa (-9), decíamos. Y el 65 de Louis Oosthuizen (-11). Y otro rico 65 del Número Uno, Dustin Johnson (-7). Y un 64 más de Emiliano Grillo (-6). Y otro 64 de Jon Rahm (-5). Y el 66 de Scottie Scheffler (-7). Y otro 66 de Brooks Koepka (-6). Y otro 66 de Tony Finau (-4). Y el 65 del defensor del título, Shane Lowry (-4)… Hoy, en esta esquina del sudeste de Inglaterra, quien no corría, volaba. Hasta un amateur como Mathias Schmid (-1), el joven alemán que no deja de asombrar, era capaz de reventar Royal St. George’s con un 65, otro más, para meterse lozano y sobrado en el corte… A los registros de 67 golpes ya ni nos paramos a ponerles nombre, pues pasan de la docena.

Una jauría rabiosa que abatía sin miramientos a su presa, sin prisa, pero desde luego sin ninguna pausa. Hoyo a hoyo. Cada tarjeta en sesenta y pocos era una dentellada y un girón de carne y piel, por no hablar de los más de sesenta resultados por debajo del par que se han dado en esta segunda ronda. Una carnicería hermosa, que nada tiene que ver con la que se auguraba allá por el lunes o el martes, cuando defendíamos sin pudor alguno que los pares podían ser algo así como un pequeño tesoro, igual que en un fiero US Open. La ausencia de viento ha desnudado al campo, aunque el espectáculo bien ha merecido la pena. Quizá la firmeza de las calles y greenes acudan en su auxilio durante el fin de semana (hoy los greenes, de hecho, estaban más firmes que el jueves, pero no lo suficiente como para cortar la hemorragia). Buena falta le hace a Royal St. George’s la llegada de refuerzos.

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