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THE OPEN CHAMPIONSHIP 2022 | UNA BATERÍA DE HISTORIAS Y LEYENDAS

Las 150 del Open en 50 centelleos color sepia (y II)

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Arnold Palmer
Arnold Palmer, con la Jarra de Clarete.

Esta semana es la de la 150ª edición del Open Championship y, antes de que se pongan en marcha el jueves los privilegiados protagonistas que lucharán por la Jarra de Clarete, hoy más que nunca merece la pena ‘soportar’ el peso de la historia. Y de los datos y los hechos, algunos muy pintorescos, todos muy interesantes. Unos más conocidos y otros poco o nada. Puede que incluso quepan algunas pequeñas reflexiones y hasta guiños, chanzas y chascarrillos, así hasta completar los 50 centelleos Pongámonos en marcha, que la materia prima es inagotable (siglo y medio da para mucho) y por tanto la tarea es ardua. Aquí va la segunda parte. (Aquí pueden leer la primera).

– ¿Sabían ustedes que hasta finales del Siglo XIX, llegaron a jugarse varios playoffs de desempate para dirimir al segundo clasificado, cuando había empate en tal posición? Pues así fue. Y eran a 36 hoyos, no vaya nadie a creerse. 

– En aquellos tiempos, mediados del XIX, los hoyos y las rondas de golf se hacían como churros… Incluso había ‘matches’ establecidos entre dos grandes jugadores de la época, pongamos por caso Allan Robertson y Willie Park Sr., que se dirimían por rondas de golf, con un máximo establecido, y uno de los contendientes ganaba, por ejemplo, por tres rondas arriba y dos por jugar, después de haberse visto las caras en 18 rondas de golf… Estos duelos, obviamente, se extendían en el tiempo y cambiaban de escenario (ahora nos jugamos unas ronditas en St.Andrews, la semana que viene en Musselburgh, dicho mal y pronto), pero así se las gastaban aquellos tipos, que te jugaban 36 hoyos antes del almuerzo (no es broma).

– En 1875, Old Tom Morris (inevitable que salga de nuevo su nombre) creó en St. Andrews esa zona concreta desde la que se inicia el juego en un hoyo… Los tees de salida, vaya. 

– Hasta entonces, se pegaba desde los alrededores del hoyo hacia el siguiente objetivo, alejándose de éste una determinada cantidad de pasos o de palos. De locos, pero así era. 

– De hecho, muchos jugadores cogían un pellizco de arena de dentro del hoyo en el que acababan de embocar para construir esa pequeña elevación del terreno sobre la que pegar el siguiente disparo de salida… Los tees de entonces, vaya.

– El golf era mucho más rudo antes, en todos los sentidos. Y hasta no hace tanto tiempo. Tal y como recordaba Tiger hace unos días, el mismísimo Arnold Palmer tuvo que jugar la previa del Open cuando vino a jugarlo por primera vez en 1960… Y eso que había ganado el Masters de aquel año y, por si no fuera suficiente, también había ganado el US Open tres semanas antes de cruzar el charco. Es que da la risa.

– Palmer quedó segundo en su primera participación, la de aquel año 1960, que precisamente se disputó en St. Andrews, y por supuesto tuvo que jugar la previa también en 1961, año en el que ganó su primer Open. ¿Le valió su condición de defensor del título para librarse de jugar la previa en 1962? Por supuesto que no. Ya en 1963 se estableció un primer sistema de exenciones que básicamente libraba a los mejores jugadores del mundo de la dichosa previa.

– Había quien hacía dobletes únicos: Peter Thomson, ganador en 1958, ganó la previa a 36 hoyos del año siguiente. Hogan, Bobby Jones, Hagen… Todos los grandes jugadores americanos y ganadores del Open tuvieron que jugar la previa antes de aquel año 1963 que abría una nueva era. Una previa que se jugaba además justo en los días previos al torneo. Fueron numerosos los casos de extraordinarios jugadores estadounidenses que cruzaron el Atlántico en barco y después ni siquiera accedían al Open, cayendo en las previas.

Arnaud Massy
Arnaud Massy.

– Por cierto, ya que estamos: la primera previa calificatoria del Open se disputó en 1907, año en el que ganó por primera vez un jugador no británico, Arnaud Massy, que obviamente también tuvo que sufrirla. El golf francés sólo atesora a día de hoy aquel ‘major’ de Massy, pero está cargado de todo el significado y el mérito del mundo, qué duda cabe.

– Mucho antes, también en St. Andrews, el R&A tuvo que improvisar una regla local de lo más curiosa para la primera edición del Open que se jugó en la ‘Casa del Golf’. Corría el año 1873 y, aunque el día establecido para el torneo (sábado 4 de octubre) amaneció limpió y claro, resulta que el Old course estaba casi impracticable, por los aguaceros que habían caído en días anteriores. Aquello estaba lleno de charcos, lagunillas y lodazales… Se estableció que podía sacarse la bola de tales obstáculos, pero con un golpe de penalidad. ¿Agua accidental? De acuerdo, de acuerdo, pero se me anota usted un golpe de penalidad. Rudeza, rudeza, rudeza… 

– Habíamos dicho que el primer Open se dirimió un miércoles. En 162 años de historia y 149 ediciones disputadas a una, dos, tres o cuatro jornadas, según la época y las circunstancias (que si hace mal tiempo, que si tenemos un playoff de desempate…), ha habido lugar para terminar el Open en cualquier día de la semana. En miércoles, como ya ha quedado dicho, sólo finalizaron dos ediciones. Los más jóvenes o los más osados (y adanistas) creerán que el día más repetido como broche de un Open debe ser el domingo. Pues no. El día de la semana que más veces ha coronado al ganador del Open ha sido el VIERNES. Y con gran diferencia: en 54 ocasiones.

– De las 149 ediciones, cuatro finalizaron en lunes, otras cuatro en martes, sólo dos en miércoles, 17 veces en jueves, las 54 del viernes, 27 veces en sábado y 41 en domingo.

– Es más, la primera vez que el Open finalizó en domingo fue en 1970, y porque Jack Nicklaus y Doug Sanders tuvieron que salir a jugar un play off de 18 hoyos al día siguiente, una vez finalizadas las cuatro preceptivas rondas, finalizadas el sábado. Ocurrió, dónde si no, en St. Andrews y fue la primera vez que se rompió la ‘ley del descanso dominical’, pues ya hubo otras ocasiones en las que, finalizando en sábado, el desempate se retrasaba al lunes.

– No fue hasta 1980 el año en que la agenda oficial del Open establecía el final del torneo en domingo. Antes de ayer, vaya. Y desde entonces, hasta hoy, si bien en 1988 y 2015 hubo que terminar el lunes por culpa del mal tiempo. No parece que vaya a ser el caso esta semana, según los partes, pero crucemos los dedos… Estamos en Escocia.

Harry Vardon
Harry Vardon.

– Más historias de hombres y tiempos recios. En la edición de 1896 en Muirfield, dispuesta en dos jornadas de 36 hoyos, miércoles y jueves, J. H. Taylor y Harry Vardon terminaban empatados en cabeza, así que tenían que salir a jugar un desempate el día siguiente, viernes, también a 36 hoyos. Pero no pudieron hacerlo: tenían una competición apalabrada para ese mismo viernes en North Berwick, también a 36 hoyos en un día, bien cerca de Muirfield, eso sí. Así que el desempate se retrasó al sábado, de nuevo en Muirfield… Taylor ganó el torneo de North Berwick y Vardon el desempate del Open y ambos jugaron en cuatro días ocho ronditas de golf. Que jartura, la verdad.

– El bueno de Old Tom Morris tuvo también otro hijo, más joven que Young Tom (tuvo tres hijos y una hija, para ser más exactos), de nombre J. O. F. Morris y, aunque toda la gloria se la llevaron el padre y el hermano mayor, como era también de recibo, también hay que darle su mérito, pues terminaba tercero en el Open de 1878. Como ya ha quedado dicho, Old Tom Morris tuvo que sufrir la terrible desgracia de perder a su hijo mayor en 1875, pero es que J. O. F. también dejó este mundo antes que su padre (lo hizo en 1906, dos años antes). 

Jack Burns
Jack Burns.

– Los sorprendentes sucesos que determinaron al ganador de 1888, edición disputada en el Old course, por cierto, demuestran cómo de ancha pudo llegar a ser la manga… Al final del día (todavía se jugaba el torneo en una sola jornada) había un triple empate en cabeza, pero un miembro del R&A, casi por casualidad, se dio cuenta de que el resultado de la ronda matutina de Jack Burns era un 86, y no un 87 como se había señalado de manera oficial, por un error en la suma de su marcador. De este modo, Burns fue declarado ganador casi por aclamación en el taller-tienda de los Morris, junto al hoyo 18.

-La intrahistoria de Jack Burns tiene su gracia, porque este hombre, como era normal en la época, no dedicaba todo su tiempo al golf. Él trabajaba de yesero en un negocio propiedad de Andrew Scott, en el mismísimo St. Andrews (lo hemos buscado, pero parece que los herederos del tal Scott no mantuvieron la tradición familiar). El asunto tiene más miga porque resulta que otros dos ganadores del Open, Willie Fernie (1883) y Sandy Herd (1902) también estuvieron a las órdenes del señor Scott en la misma yesería. Será cuestión de probar a enyesar un muro, a ver si encontramos una relación directa con el swing de golf…

Bob Martin, doble ganador del Open (1876 y 1885) y oriundo de Cupar, una aldeita cercana a St. Andrews, también se buscaba las habichuelas de tanto en tanto en otras ocupaciones, más allá de los links.Este hombre, por ejemplo, anduvo un tiempo trabajando en una granja, ocupándose del ganado y quiso el destino que, justo en aquellos días, ganase un torneo en el que estaban los mejores jugadores de la época, quienes rápidamente lo bautizaron del modo más prosaico: ‘The Herd Laddie’, algo así como el Muchacho del Rebaño. 

– Qué tiempos… Era también otro golf y, como quiera que esta semana (y todas las del año) nos recreamos en el juego tal y como hoy lo vemos y entendemos, por eso en estos amplios reportajes queremos darle mayor protagonismo al ‘color sepia’. A los orígenes. Por ejemplo, hay que pensar que en estos primeros tiempos la trayectoria de bola y el modo de diseñar determinados golpes eran muy diferentes. Bolas mucho más bajas desde el tee y, por supuesto, más cortas (llevar la bola a 200 metros era una pequeña hazaña en la segunda mitad. 

– También se utilizaban los toscos putters de la época (hablamos sobre todo de la segunda mitad del XIX y los primeros treinta años del XX) para pegar desde mucho más allá de un green que verdaderamente era una simple extensión del fairway. Bob Ferguson, por ejemplo, que ganó tres veces seguidas el Open (1880, 81 y 82), era un prodigio con este tipo de golpes. Otros muchos jugadores utilizaban las maderitas para pegar golpes rodados desde incluso setenta u ochenta yardas.

– Y después, por supuesto, tenemos a Young Tom Morris, que fue el primer jugador a quienes muchos vieron por primera vez consiguiendo imprimir un spin de retroceso a la bola con los hierros más abiertos. Este hombre era cosa aparte.

Tom Kidd
Tom Kidd.

– Los pioneros lo eran en todos los sentidos. Tom Kidd, primer ganador del Open en St. Andrews (1873) fue conocido en su tiempo y, en concreto, en aquella edición en la que resultó ganador, por hacer deliberadamente ranuras en sus palos (en sus hierros) para poder frenar mejor la bola en los greenes. Estaba permitido hacerlo, o al menos el R&A no lo prohibía, pero había quienes consideraban que no era una acción lo que se dice muy limpia… Da la risa sólo con pensarlo.

– Un último chispazo: hay una señora de nombre Sheila Walker que vive en St. Andrews y que, a la sazón, es la tataranieta de Old Tom Morris. Si usted asiste al Open ‘in situ’ esta semana y tiene la suerte de toparse con ella y de identificarla, no le haga muchas fiestas, pues ella lleva la estirpe con naturalidad y discreción (hace bien poco celebraba casi en la intimidad el 200 cumpleaños de su tatarabuelo). Pero quizá si merezca la pena acercarse y susurrarle un simple “viva la madre que parió a su tatarabuelo”. Como quiera que eso se diga en inglés, con ese deje rudo escocés.

1 COMENTARIO

  1. Bravo, David y Alejandro… qué maravilla de artículos… historia viva del golf… detalles maravillosos… chascarrillos…haced otras entregas, que material hay de sobra…

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