Es imposible analizar la tercera ronda de Adrián Otaegui (+4) en el Open Championship sin fijar la atención en tres momentos puntuales, tres golpes, tres fueras de límites que han arruinado el día del golfista vasco y lo han hecho descarrilar en la clasificación. En 18 hoyos ha pasado de ser séptimo en el British a caer al puesto 63º. Demasiado cruel.
La vuelta no empezó bien para Adrián desde el principio. De hecho, la salida en el hoyo 1 acabó pegada por fuera al borde derecho del búnker y le obligó a meterse dentro de la trampa. Tuvo que ejecutar un golpe casi de béisbol para avanzar metros. Cayó el bogey. En el hoyo 2 repitió bogey de nuevo con una mala salida al rough. No es el inicio soñado en un moving day donde las condiciones han sido casi idílicas, justo lo contrario de lo que marcaban las predicciones. Que nadie le eche la culpa al meteorólogo que lleva desde el primer día diciendo que ninguna de sus previsiones debe ir a misa porque la inestabilidad de la zona es tremenda.
Otaegui se dejó dos golpes nada más empezar, pero el auténtico drama llegó en el hoyo 3. Su salida se marchó fuera de límites por la izquierda, tuvo que pegar de nuevo desde el tee y su cuarto golpe se volvió a marchar fuera de límites por la derecha, junto a la tienda de merchandising del Open. Resultado final: un desolador ocho, cuatro sobre par. En tres hoyos se había colocado con +6. Terrorífico.
Hay que tener muchas tragaderas para superar una situación tan terrible y Otaegui las tuvo. Se volvió a colocar el mono de trabajo, hizo borrón y cuenta nueva y se puso a remontar. Sacó birdie en el 4, otro más en el 8 y un tercero en el 13. Entre medias cayó otro bogey manchado de arena en el 5, donde visitó dos búnkers.
No obstantes, los duendes del golf aún le tenían guardada una última jugarreta. Llegó en el 18, par 5 que hoy se ha jugado muy largo sin la ayuda del viento a favor de jueves y viernes. Otro fuera de límites. Esta vez de segundo golpe. Doble bogey. Tarjeta de 77 golpes muy difícil de encajar, incluso para un jugador que hace auténticos esfuerzos para mantenerse calmado y en equilibrio tanto a las buenas como a las malas. Día para olvidar y a intentar acabar mañana con el mejor sabor de boca posible.
