“Señoras y señores, si llegara a ver que voy a los torneos sólo con el objetivo de pasar el corte, me veríais en un torneo más, seguramente el Open de España, donde jugaría por última vez y me despediría”. Son palabras de Pablo Larrazábal (+1) una vez firmada una tarjeta de 72 golpes en la primera ronda del Open Championship. Y lo que quería expresar el barcelonés es que se marcha hoy del Royal Liverpool un poco escocido…
Arrancaba con un hierro 5 fantástico en el hoyo 1 y un birdie casi dado. Después iba a seguir pegando excelentes disparos aquí y allá (por ejemplo: gran drive, excelente hierro 4 y no menos fabuloso putt para hacer eagle en el 5), hasta el final de la vuelta en un entretenido día salteado de buen golf y algunos errores puntuales, así que entiende que él no puede conformarse con una vuelta de una sobre el par, que ha llegado el momento de elevar el listón, por mucho que esto sea un Grande. Y que, en definitiva, el Número 58 del mundo puede y debe exigirse más.
No le falta razón. Se entiende muy bien el mensaje. Y es cierto que su ronda de hoy podía haber terminado perfectamente por debajo del par, siendo sólo un poquito más eficiente en determinadas situaciones. Una o dos bajo par, para ser más exactos. Pero, visto desde fuera, también habrá que convenir que no se trata de un mal arranque en Hoylake. Y que tiene margen suficiente para elevar ese dichoso listón y cerrar un Grande notable, que es al fin y al cabo lo que desespera a Larrazábal, harto de verse lejos de la zona caliente en las grandes citas.
La cuestión, además, es que él sentía hoy que podía hacerle daño al campo, precisamente porque se ha visto capaz en muchas ocasiones de diseñar y ejecutar el golpe de golf (puro) que demandaba la situación. Cuestión de detalles, aunque tampoco parece tan mala idea eso de auto aplicarse un tirón de orejas.
