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Que nadie le hable a Sergio de ganar el US Open… Pero el caso es que ahí está

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Sergio García, durante la segunda ronda del US Open. Copyright USGA/JD Cuban
Sergio García, durante la segunda ronda del US Open. Copyright USGA/JD Cuban

Golpe a golpe y a ver qué va pasando y cómo se va uno encontrando. Ésta es, descrita de un modo llano, simplón, la estrategia de Sergio García (-3) de cara al fin de semana en Pebble Beach. No quiere pedirse mucho más ni mirar más lejos, una vez que ha roto la tremebunda mala racha de cortes fallados en los Grandes que venía arrastrando (no estaba un fin de semana en un ‘major’ desde el British Open de 2017).

Y el caso es que, a lo tonto, a lo tonto, está metido en la pomada de este US Open, después de firmar un 70 en la segunda jornada y de encadenar dos vueltas seguidas por debajo del par, a seis golpes del líder destacado, Gary Woodland (-9) y a las puertas del top ten.

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El de Borriol ha librado hoy una sorda batalla contra sí mismo por los segundos nueve del recorrido californiano. Los malos recuerdos de viernes en los Grandes, recientes y no tan recientes, pesaban los suyo, así que iba algo agarrotado, sin llegar a liberar la mente y, por tanto, el palo. Tirando de oficio y embocando algunos putts cortitos muy valiosos, de esos que templan el ambiente y ayudan a mantener los fantasmas a raya. Hablamos de tres putts en concreto: uno de algo más de un metro en el 8 para salvar el par; otro de casi un metro en el 9 para salvar un bogey; y otro más de metro y medio en el 12 para salvar el par. En otras circunstancias de juego y sensaciones, quizá no hubiera que poner tanto énfasis en este aspecto puntual, pero sí desde luego a día de hoy.

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Sergio, además, recibía a última hora la reconfortante visita de una legión de angelitos, porque su disparo desde el tee en el 18 con una madera 5 se iba al agua sin remisión, pero la bola picaba en las piedras y regresaba mansamente al fairway. El español aprovechaba el guiño del azar para pegar su mejor golpe del día (y de la semana), una madera 3 cortadita, al fade, desde unas 260 yardas, para dejarse una más que razonable opción de eagle en el icónico hoyo de Pebble Beach. El asunto se quedaría en un birdie dado, todo un bombón en un US Open.

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No, Sergio no quiere ni oír hablar de ganar el US Open. Se marchaba del campo liberado, aliviado, feliz de pasar su primer corte en la escudería de Callaway, pero también con los pies de plomo. Le cuesta un mundo borrar de la memoria algunos golpes que ha pegado y que, según él, bien pudieran ser de un hándicap 25, así que entiende que no puede plantearse ni en sueños el objetivo de ganar el torneo. Será cuestión de ir pasando exámenes y ver dónde está uno y dónde los demás. Hoy, sábado, toca otro duro examen en un Pebble Beach cuyos greenes se han ido poniendo más duros poquito a poquito, así, como quien no quiere la cosa.

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