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El de Barrika saca adelante un valiosa vuelta de 72 golpes en condiciones más difíciles

Jon baja a la arena y sufre, pero se mantiene en la lucha por el US Open

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Jon Rahm pega su golpe de salida en el hoyo 2 durante la segunda ronda del US Open. (Chris Keane/USGA)

El viento ya soplaba con cierta insolencia sobre Winged Foot cuando Jon Rahm (+1) afrontaba el último tercio de su segunda vuelta en este US Open 2020. Como quiera que no venía sobrado, con un parcial de tres más en el día, casi era cuestión de ir pensando en nadar y guardar la ropa, pero el joven español es de los que se tira a la piscina vestido. No guarda nada. Mucho menos si el final de su ronda coincide con el tramo que menos aprieta del recorrido neoyorquino (hoyos 6, 7 y 9), incluso en una jornada como esta de viernes, en la que el escenario cambiaba sustancialmente gracias a dos factores: unos greenes más rápidos desde primera hora de la mañana (el rulo esta vez ha funcionado con mayor garbo…) y algunas banderas más picantes.

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En el 6 Jon dejaba la bola asomada al hoyo para birdie. Pero en el 7 enchufaba un purito de casi seis metros (birdie) y acto seguido jugaba un hoyo 8 primoroso y remataba con otro putt corto para darle la vuelta al día. Quedaba el remate del 9, un par 5 con viento a favor en el que había echar el resto… Puede que llevado por ese impulso, quizá el de Barrika tratara de hacer un poco más de la cuenta desde el rough de calle, pero el caso es que se acababa liando y firmando un bogey de los que duelen de verdad después de tanta lucha y ajetreo.

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Lucha y ajetreo, nunca mejor dicho. Porque Rahm no ha estado tan cómodo hoy como en la primera jornada. Ha tenido más problemas (y más graves) desde el tee y los quince greenes en regulación del primer día se reducían hoy a nueve. Tocaba bajar a la arena a pelear, y no precisamente a la del bunker (o no sólo), sino a la del circo y los gladiadores. Tocaba fajarse en las recuperaciones, pero con los greenes más rápidos, lo que el jueves eran putts de par de metro veinte, ahora eran de dos metros largos, e incluso de tres metros. Este es el gran matiz. Mucho más que un matiz, mejor dicho, porque los US Open se ganan desde esa distancia crítica que va de los cuatro a los ocho pies (del metro veinte a los dos metros cuarenta), que es el rango de distancia desde el que se suele patear para salvar pares.

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Rahm, no obstante, ha vuelto a mostrar una excelente actitud y, a pesar de las fatiguitas en un día en el que el swing no hilaba tan fino, se ha mantenido estable, sereno, y finalizaba a sólo cuatro golpes del líder en la casa club en el momento de firmar su tarjeta, que no era otro que Bryson DeChambeau (-3), merced a un fabuloso eagle final en el hoyo 9. Es verdad que hay que esperar a ver lo que hagan Justin Thomas, Patrick Reed o Rory McIlroy, muy capaces de jugar por debajo del par incluso en condiciones picantes, pero aún quedarían 36 hoyos por delante para reducir la desventaja, todo un mundo en un US Open que seguramente se pondrá aún más duro durante el fin de semana. Sea como sea, no hay que descartar que el vasco finalice el día a las mismas puertas del top ten, si no dentro, así que sólo se puede hablar de otra semana en la que está haciendo algo más que asomar la cabeza y mantener vivas sus opciones de victoria.

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Entre los jugadores que han acabado su segunda vuelta en el momento de terminar Jon, sólo dos estaban bajo par, el citado DeChambeau (-3) y Rafa Cabrera Bello (-2). Y al par están Thomas Pieters, Xander Schauffele y Matthew Wolff. Como pueden ver, este US Open es, de momento, y con la excepción que marca la regla de Cabrera Bello, coto privado de grandes pegadores.

Hablando de los españoles, la cruz hoy ha sido para Adrián Otaegui (+10) y Eduard Rousaud (+21). Ambos han sufrido en sus carnes la violencia del US Open cuando se pone serio. Vueltas de 79 y 85 golpes con un birdie para cada uno. Rousaud, pese al lastre, ha conseguido despedirse con un gran birdie en el 9.

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