Inicio Grandes Circuitos Un US Open raro, raro, raro y que demanda cintura

Un US Open raro, raro, raro y que demanda cintura

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Jacqui Concolino se refleja en el agua de la calle. © USGA/Jeff Haynes
Jacqui Concolino se refleja en el agua de la calle. © USGA/Jeff Haynes

¿Qué va a pasar en el US Open? Nadie lo sabe. La última palabra la tiene la Madre Naturaleza. No se sabe si empezará a tiempo o se tendrá que retrasar, no se sabe si se jugará colocando bola o tal y como reposa, no se sabe si habrá marcadas zonas en reparación o no y ni siquiera se sabe a unas pocas horas de que arranque el segundo major de la temporada el tamaño del recorrido. Así las cosas, Shoal Creek, la sede del torneo, mira al cielo y cruza los dedos. No queda otra.

© USGA/Jeff Haynes
© USGA/Jeff Haynes

Lo que sí sabemos es que será un US Open extraño, diferente. El campo está muy mojado, pesado, pastoso. Su capacidad para drenar está al límite, por lo que en cuanto caigan cuatro gotas más habrá que parar. Cierto es, no obstante, que la previsión dice que a partir de este jueves la cosa mejora y pasaremos al tiempo habitual de verano en Alabama, es decir, calor, humedad y tormentas por la tarde. Puede haber más suspensiones por actividad eléctrica, pero parece que el agua dará una tregua a partir del viernes.

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De este modo, habrá que tener cintura y saber adaptarse a lo que toque. La jugadora que consiga hacerlo se habrá quitado varios golpes de encima a lo largo de la semana. Por contra, la que esté pensando en el tiempo, el barro y cuestione las decisiones que tome la USGA, se va a quedar atrás. No es una semana adecuada para consumir energías en cosas que no están al alcance de la jugadora.

© USGA/Darren Carroll
© USGA/Darren Carroll

En cuanto al estilo de juego, será un US Open distinto a lo habitual. Normalmente se disputa en verano, cuando el calor ya aprieta en Estados Unidos, por lo que se suelen ver torneos en campos duros, firmes, con greenes rápidos. Estas condiciones benefician a jugadoras que tienen un vuelo de bola muy alto, caso por ejemplo de Lexi Thompson o Michelle Wie, aquellas que consiguen parar la bola en greenes casi de cristal.

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Sin embargo, esta semana, al menos jueves y viernes, se verá otro tipo de juego. El rough estará más penalizador que de costumbre, que ya es decir. Con todo el agua que ha caído, las máquinas no han podido entrar a cortar la hierba, por lo que perder calle puede ser un auténtico drama. Ir recta va a ser fundamental. El estado del campo también puede beneficiar a aquellas que tengan un vuelo de bola más bajo, ya que la poca rodada que se pueda hacer en una calles tan húmedas será más factible con este tipo de golpe que con bolas muy altas.

© USGA/Darren Carroll
© USGA/Darren Carroll

Por último, será vital hacerse a la velocidad de los greenes. Es la parte del campo que mejor ha resistido el embate de la lluvia. Los ventiladores colocados por la USGA para secar los greenes han hecho un buen trabajo y el aspecto que tenían ayer por la tarde a última hora, cuando ya lucía el sol en Shoal Creek, era muy bueno. Aún así, no se ha podido pasar el rulo ningún día y se espera que hoy tampoco lo puedan hacer a primera hora, por lo que lo normal es tener unas superficies más lentas.

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Dicho todo esto, el US Open está en el aire, o en el cielo, como ustedes quieran. La propia USGA no descartaba nada ayer. “Nuestra idea es jugar 72 hoyos y sin colocar bola, pero iremos tomando decisiones conforme al panorama que encontremos. Utilizaremos todas las herramientas que tenemos a nuestra disposición conforme a las reglas, tales como marcar terrenos en reparación en las zonas más mojadas, poner las banderas cortas de green o incluso acortar el campo con tees más adelantados si fuera necesario. Por supuesto, las golfistas se podrán aliviar por agua accidental, algo que no es difícil que podamos ver en las primeras jornadas”, explicaba ayer por la noche John Bodenhamer, director de la USGA.

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