Inicio Ryder Cup Ryder Cup 2020 Europa se permite algunos lujos prohibidos y se tambalea
Estados Unidos domina con claridad la primera jornada de la 43ª edición de la Ryder Cup

Europa se permite algunos lujos prohibidos y se tambalea

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Rory McIlroy y Shane Lowry en los fourballs del viernes en Whistling Straits. © Golffile | Scott Halleran
Rory McIlroy y Shane Lowry en los fourballs de Whistling Straits. © Golffile | Scott Halleran

Estados Unidos ha dominado con mano firme la primera jornada de la 43ª edición de la Ryder Cup. Al 3-1 de los foursomes matutinos se unía por la tarde el mismo resultado, otro rotundo 3-1 en los fourballs que indiscutiblemente deja a Europa sin apenas margen de error de cara a la segunda jornada.

Todo lo que no sea ganar el sábado, sea por la diferencia que sea, dejaría a los de Harrington en una situación muy complicada de cara a las individuales y con la obligación de tomar de nuevo la senda de la épica. Como en Medinah, por ejemplo.

Y todavía podía haber sido peor, porque en la recta final del día aparecía en el horizonte de Wisconsin la posibilidad real de un registro aún más doloroso. Incluso el fantasma del 4-0 anduvo rondando las esquinas de Whistling Straits. Sin embargo, Jon Rahm y Tyrrell Hatton salvaban medio punto con el cuchillo entre los dientes ante Scheffler y DeChambeau, con un birdie antológico del inglés en el 18. Antes, el español también había sacado las castañas del fuego en el 16 con un birdie de Número Uno mundial, enchufándola desde cuatro metros y con el agua al cuello, puesto que los dos estadounidenses disponían de sendas opciones de birdie desde mucho más cerca. Hasta ese punto, es verdad, había sido el de Barrika quien llevara el peso de la pareja en un duelo que siempre fue igualado, de principio a fin, sin que nadie llegara a mandar con un resultado más allá del uno arriba. Alta tensión y excelente coletazo final de Hatton, que pegaba el hierro del día en el 18 desde unos 185 metros y embocaba el putt salvador de dos metros.

Luego, además, Fleetwood y Hovland salvaban también otro medio puntito ante Cantlay y Thomas que vale su peso en oro, cerrando así un partido que habían controlado durante buena parte del recorrido y que se les iba complicando en el último tercio de la vuelta por dos razones fundamentales: el inglés había perdonado demasiado en los greenes al inicio de los segundos nueve y, para colmo, Justin Thomas al fin encontraba al fondo de la bolsa la capa de superhéroe y apretaba la soga de lo lindo con un eagle supersónico en el 16.

La conclusión fundamental que puede sacarse de esta primera gran batalla es que Europa no puede permitirse ciertos lujos, ante un equipo americano que ni siquiera ha llegado a sacar al campo la apisonadora. Esto es, los de Stricker en líneas generales lo están haciendo muy bien, con mención especial para un Finau fino y guerrero como nunca, pero incluso da la sensación de que muchos de ellos aún tienen margen de mejora. Por ejemplo: Dustin Johnson está dando la talla y este viernes ha sido ese valor seguro que su equipo espera, pero el parcial de cuatro birdies que ha firmado en los fourballs tampoco nos lo sitúa en su cota de máximo rendimiento, incluso en una sesión de tarde en la que los birdies estaban caros, puesto que el viento al fin soplaba con fuerza e intención a la vera del lago Michigan. Algo similar podríamos apuntar de Schauffele, Scheffler o Cantlay… Pues eso, que los de las barras y estrellas marchan juntos y a buen ritmo, pero tampoco han necesitado echar mano de todo el arsenal que se les supone.

¿Y qué lujos son esos que se ha permitido el equipo europeo y en realidad no puede permitirse? Toca el momento de poner nombres y apellidos, naturalmente. Europa, por ejemplo, no puede prescindir del empuje y los puntos de Rory McIlroy, Paul Casey y Ian Poulter. Es obvio: el fondo de armario continental no es tan amplio y tampoco puede fiarlo todo a un gran debut de jugadores como Wiesberger o Hovland, aunque aquí nadie se libre de responsabilidades. A Rory se le ha visto por momentos muy confundido, fuera de sitio. Y Casey sencillamente no ha metido ni un solo putt oportuno o decisivo en todo el día, bien fuera en el foursome o en el fourball, así que poco a poco se iba resquebrajando su resistencia. Tampoco Poulter salía por la mañana en auxilio de Rory y, volvemos a repetirlo, esto es dar demasiada ventaja a una temible escuadra que, sin necesidad de levitar por el campo, te come por los pies en cuando te descuidas…

Shane Lowry trataba de mantener vivo el partido, a la espera de que McIlroy regresara, pero tampoco era el día del ganador del Open 2019 y su cuenta de tres birdies se quedaba demasiado corta ante un Finau brillante y un Harris English muy serio desde la segunda línea. Nunca había perdido Rory dos partidos en el mismo día, y mucho menos íbamos a suponer que lo hiciera con registros tan contundentes (5 y 3 por la mañana; 4 y 3 por la tarde).

En fin, sólo cabe esperar una reacción profunda, paciente y serena de los chicos de Harrington, un capitán que en buena lógica debería recurrir ya al plan B o al C, si nos apuran. De momento, mañana por la mañana reúne de nuevo a Jon y Sergio y dejará en el banquillo a Rory y Poulter, una decisión que tiene todo el sentido empírico, visto lo visto, pero que no deja de provocar cierto vértigo por la entidad de estos dos jugadores. Además, mantiene a Casey y Fitzpatrick en la alineación de los foursomes, el primero junto a Hatton y el segundo repitiendo con Westwood, y estrena una pareja revolucionaria, como es la de Wiesberger y Hovland, que no deja de ser una incógnita (¿algo no lo es en una Ryder Cup’).

Stricker, sin embargo, mantiene las mismas parejas del viernes en el formato de golpe alterno y, la verdad, cuesta ahora imaginar semejante muro resquebrajado. Pero no queda más remedio que hacerlo. Europa aún no ha dicho su última palabra y al fin y al cabo sólo necesita ponerse de verdad en marcha… Ojalá lo haga siguiendo la estela de la pareja española, que de nuevo abre la sesión, aunque esta vez lo haga ante Koepka y Berger. Quedémonos de momento con el consuelo de intuir que Spieth y Thomas han escurrido el bulto, para no verse de nuevo las caras con ellos.

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