Inicio Ryder Cup Ryder Cup 2023 Y dale con la matraca de que la Ryder es previsible…

Y dale con la matraca de que la Ryder es previsible…

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Nicolas Colsaerts en el tee del hoyo 1 del Marco Simone Golf Club durante la Ryder Cup 2023. © Golffile | Fran Caffrey
Nicolas Colsaerts en el tee del hoyo 1 del Marco Simone Golf Club durante la Ryder Cup 2023. © Golffile | Fran Caffrey

Vuelve a ganar Europa en casa, como viene haciendo desde que perdiera por última vez en 1993, y de nuevo aparecen algunas voces, muchas, valorando el carácter previsible de esta competición. La memoria es tan absolutamente corta que enseguida nos olvidamos de que el domingo el fantasma de una remontada histórica llegó a planear sobre el Marco Simone. Algo parecido ocurría también en 2018, en París, aunque ahora nos parezca increíble, pues el marcador final terminó siendo de 17,5-10,5.

De repente, en apenas veinte minutos, tres partidos que van muy ajustados se ponen decididamente de un solo color en el tramo final y el escenario cambia por completo. Eso es lo que pasó en París: justo antes de que Jon ganara su partido a Tiger en el 17 los americanos ya habían recortado sensiblemente el marcador, del 10-6 inicial a un inquietante 11,5-9,5, con muchos duelos todavía por decantarse…

¿Era previsible que Jon Rahm consiguiera arañar medio punto en el 18 a Scottie Scheffler, dando aire a la Vieja Europa? ¿Era tan previsible, de verdad, que Shane Lowry pudiera darle la vuelta al final a su duelo ante un brillante Spieth? ¿Entraba dentro de todas las previsiones que Fowler mandara su bola al agua en el 16, par 4 corto, y Fleetwood la pusiera en el green? De previsible, nada. Y de haber ocurrido de otro modo, quizá otro gallo hubiera cantado.

Vivimos en tiempos majaderos. Por supuesto que es hasta cierto punto probable que el equipo local, en una Ryder, se lleve el gato al agua, lo cual no significa más que eso, que ganar a domicilio es poco menos que una hazaña. Y esa es la gracia: “No hay un reto mayor en el golf de alta competición que ganar una Ryder en casa del rival”, ha dicho Rory McIlroy. Lo dice él y lo piensan muchos grandes jugadores.

Pero lo queremos todo: una Ryder igualada, por supuesto, pero con victorias más o menos frecuentes de uno y otro equipo al otro lado del charco y a ser posible con un marcador perpetuo de 14,5-13,5, o en su defecto de 14-14. Es deporte, puro deporte, no puede controlarse hasta el último engranaje del business. Habrá ediciones de infarto y otras que no lo serán tanto. Qué le vamos a hacer.

Algún iluminado como Graeme McDowell hasta propone (sin demasiada convicción, todo hay que decirlo) que se juegue en campo neutral… Vivimos en tiempos estúpidos.

Desde luego, lo que no resulta nada previsible es que Europa, desde que en 1979 comenzara a jugar como tal, domine el marcador total con doce victorias, nueve derrotas y un empate, que además le fue favorable, pues había ganado la edición anterior. No lo es, previsible, teniendo en cuenta el apabullante y superior nivel del golf estadounidense, libra por libra, jugador por jugador.

Los aficionados no son tontos, aunque vivamos en tiempos estúpidos: si abarrotan los campos cuando se juega una Ryder, a uno y otro lado del Atlántico, y las audiencias se desbordan es que ellos desde luego entienden, disfrutan y valoran esta competición tal y como hoy es.