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Aunque haya que echarle un poco de imaginación, no hay que ser tampoco un lince para darse cuenta de que el nombre de Ian Poulter es uno de los más pronunciados en el vestuario norteamericano…
Sin ir más lejos, Tom Watson, capitán, y Matt Kuchar han reconocido que ganarle un partido al inglés sumaría algo así como un extra. No en el marcador, evidentemente, pero sí en el fragor de la batalla psicológica. Al menos, confiesan, quien gane a Poulter se irá aún más satisfecho a la cama…
Al fin y al cabo el inglés se ha convertido en un muro a derribar. Una línea roja marcada por Europa que hay que traspasar. Y el reto de vencerle y la expectativa de saber quién será capaz de hacerlo se ha convertido asimismo en parte de la estrategia de motivación de Tom Watson y sus ayudantes.
Algo así ocurrió en su día, por supuesto, con Severiano Ballesteros y, más en concreto, con la pareja Ballesteros-Olazábal. Tumbar a los españoles llegó a convertirse casi en una obsesión y a considerarse en el bando de las barras y estrellas como un torpedo en la línea de flotación del rival.
Después quizá no sea para tanto. De poco sirve ganar a Poulter (cuyo porcentaje de victorias, 0,80 puntos ganados por partido disputado, es de otra galaxia) si el resultado parcial en la mañana del viernes, por poner un ejemplo, es de 3-1 para Europa. Pero sí es cierto que, según cómo vaya de apretado el asunto, cualquier detalle puede contar. Y hacer temblar uno de los pilares de la escuadra rival desde el inicio de la competición también puede tener su peso al final.
Lo raro sería que Poulter mantuviese semejantes porcentajes. Eso deben tenerlo muy claro él y todos sus compañeros. A partir de ahí, poco o nada preocupa que al inglés pueda afectarle este run-run antes de comenzar. De eso nada. A nadie como a él le va la marcha.
