Inicio Blogs David Durán Acerca del durísimo mensaje de Norman al PGA Tour

Acerca del durísimo mensaje de Norman al PGA Tour

Compartir
Sepp Straka. © Golffile | Wataru Murakami
Sepp Straka. © Golffile | Wataru Murakami

El gran proyecto saudí para la élite de la élite del golf mundial de momento ha resultado fallido. Durante la semana del Genesis Invitational su combate con el PGA Tour por la hegemonía alcanzó su punto culminante y fue decantándose de lado del circuito estadounidense, primero a los puntos, hasta que éste lo ha ganado por K. O. rápidamente. Y ahora andamos todos expectantes por ver cómo y cuándo arrancará el siguiente episodio de esta pelea encarnizada. Al respecto, la cabeza visible del proyecto saudí, Greg Norman, ya ha avisado de que siguen en la brecha y se ha despachado a gusto con el PGA Tour y, más en concreto, con Jay Monahan, su comisionado o máximo dirigente.

El meollo de su mensaje es el siguiente: “los jugadores tenemos el derecho y la libertad de jugar donde queramos”. De hecho, deja caer varias veces el australiano que el proceder del PGA Tour “probablemente esté violando la ley”.

Es curioso. En realidad su proyecto de Super League también enumera una serie de obligaciones al jugador, entre las que destaca que, una vez que ha firmado, se compromete a jugar sí o sí una serie de semanas al año (catorce, en concreto) en esta nueva competición. ¿Dónde queda en este punto, en esas catorce semanas, la inviolable libertad del jugador para jugar dónde y cómo quiera?

De acuerdo, existe una diferencia importante entre ambos modelos. La Super League paga un fijo acordado anual y millonario a cada jugador antes siquiera de pincharse la primera bola en el tee. Digamos que se establece un contrato laboral, que no existe como tal en el PGA Tour. ¿Es suficiente esta diferencia para sustentar las quejas y acusaciones de Norman? Vayamos por partes.

Que los jugadores puedan (y hasta deban) ampliar su porción de la tarta del negocio parece incluso razonable, pues al fin y al cabo son ellos el centro nuclear del circo. El PGA Tour, en este sentido, ya le ha visto las orejas al lobo, tomó buena nota y lo va a seguir haciendo.

Norman, eso sí, juega con ventaja. Sabe que su Super League ‘sólo’ tiene que pagar ‘por anticipado’ a cuarenta o cincuenta jugadores, mientras que el PGA Tour sustenta el entramado de una vastísima competición (PGA Tour, PGA Tour Champions, Korn Ferry Tour, PGA Tour Latinoamérica y PGA Tour Canadá…). De hecho, si lo pensamos bien, la Super League siempre necesitaría de la existencia de circuitos satélites, caladeros donde pescar a los mejores jugadores…

¿No resulta hipócrita agarrar el estandarte de la libertad de los jugadores profesionales de golf, cuando en realidad sólo te estás ocupando de preservar la de un ramillete de los mejores, exigiéndoles además plena exclusividad durante dos tercios de su habitual calendario?

¿No es demasiado simplista y torticero reducir la imagen del PGA Tour a una maquinaria codiciosa de acumular dinero que explota a los verdaderos protagonistas, que son los jugadores? ¿No salen en realidad a competir más de cien profesionales a la semana en este circuito con una generosísima bolsa de premios en juego? Un ejemplo gráfico al respecto. El torneo del PGA Tour con una bolsa de premios menor en lo que llevamos de 2022 ha sido el Sony Open in Hawai, que repartió 7,5 millones de dólares, y en el que Sepp Straka, entre otros, se llevó al bolsillo un cheque de 27.375 dólares por finalizar en el puesto 42º.

Quizá sea esta clase de números, los veintisiete mil dólares y pico, en los que haya que poner la atención cuando Greg Norman, o quien sea, claman por la libertad del jugador en la inmensidad del desierto de la demagogia. Quizá sea en esta clase de números en los que pensaba Jack Nicklaus cuando dijo ayer que la propuesta y el planteamiento saudí eran, cuando menos, egoístas.

Blog de David Durán