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Mamá, yo quiero ser Louis Oosthuizen

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Louis Oosthuizen, durante la segunda ronda del PGA Championship.

Pongamos por caso que mañana se hiciera una encuesta a los primeros mil jugadores del ranking mundial de golf planteando la siguiente pregunta: ¿quién preferirías ser, Tiger Woods o Louis Oosthuizen? La gran mayoría respondería sin pensárselo que Tiger, casi con total seguridad. Después, sin embargo, entre bromas y veras más de uno (y más de doscientos) quizá le dieran un par de vueltas al asunto y se decantaran por el sudafricano…

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Al fin y al cabo, un gran poder lleva consigo una gran (y engorrosa) responsabilidad. Y un mega campeón como Tiger siempre está expuesto en el centro del escaparate.

Oosthuizen, sin embargo, es la clase de campeón que una hora y media después de ganar un Open Championship puedes encontrártelo en el bar de la esquina tomándose un refresco y una bolsa de ganchitos sin que apenas nadie repare en él.

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Es también un grandísimo campeón, pero ha conseguido mantenerse a conciencia en un perfil bajo de cara a los medios, los aficionados y, en general, de cara al mundo. No es que sea un pasota, es que hace mucho que estableció unas prioridades y es él quien lleva las riendas de su vida.

Por otro lado, y ésta quizá sea la clave, dispone de una capacidad que casi nadie disfruta y que proviene de su inmenso talento y del gran conocimiento que tiene de sí mismo como jugador y persona: es capaz de conectar y desconectarse del golf a capricho sin que merme el rendimiento. No necesita horas y horas de trabajo para mantener esa consistencia de granito y resulta que lleva casi doce años dentro del top 50 mundial sin mayores aspavientos ni historietas. Es imposible verlo en una calle de prácticas durante horas y horas, del mismo modo que probablemente sea también improbable tenerlo durante meses y meses dentro del top ten mundial. No le interesa. No le motiva. A él, del circo del golf, le ponen los Grandes, aunque tampoco le vaya la vida en ellos, quizá algún campeonato del mundo y muy poquitas cosas más…

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Oosthuizen es un tipo que se acaba de comprar una granja en Ocala, Florida (conocida como la ‘Horse capital of the world’), y allí estaba la semana pasada, con su familia, más pendiente de los caballos que de otra cosa.

Es un tipo que, además de ganar el Open en 2010 en St. Andrews, ha quedado segundo al menos una vez en todos los ‘majors’ y que, puestos a elegir, hubiese preferido ser primero. Pero sin llanto ni crujir de dientes.

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