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Tiger Woods, el corte y el legado

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Tiger Woods en el Genesis Invitational 2023. © Golffile | Joe Lumaya
Tiger Woods. © Golffile | Joe Lumaya

Tiger lo tenía muy fácil este año en el Genesis Invitational: me adhiero a la tendencia de los torneos Signature Event sin corte y me aseguro mis cuatro ronditas de competición. Siendo su torneo, como el Arnold Palmer lo es de la familia Palmer y el Memorial es de Jack Nicklaus, bien podía haber tomado esta decisión. El PGA Tour lo habría visto con buenos ojos. Todos los estamentos del golf de alta competición (espónsores, instituciones varias, aficionados, televisión), en realidad, habrían quedado más que satisfechos: ¿Cuatro rondas de Tiger aseguradas, haga lo que haga, juegue como juegue? ¿Dónde hay que firmar?

Pero el legado es el legado.

Hubo un tiempo en el que Tiger Woods sí que pareció convencido de que el legado, un legado deportivo, estaba sólo hecho de grandes gestas, récords extraterrestres e imponentes trayectorias. Bastante legado era, ¿no? Victorias a espuertas, infinidad de momentos imborrables, épica deportiva…

El legado, sin embargo, está hecho también de otras pequeñas (y no tan pequeñas) cosas. Por supuesto que Tiger es en sí mismo una factoría, casi una industria, dispuesta y enfocada a hacer caja, sólo faltaría (ahí está su flamante nueva línea de ropa y material de golf), pero hace tiempo que este hombre también cuida de lo que tenga que venir, del golf que quedará, de la historia y de la meritocracia como soporte irrenunciable.

El corte tiene mucho que ver con esto, con la meritocracia más prosaica, la de andar por casa, la de cada ronda de primera o segunda jornada. El legado son las grandes hazañas, pero también el cuidado de las líneas maestras. Tiger, por si acaso le faltaran salud a sus negocios, podía haber estado hace ya año y medio nadando literalmente en petrodólares, un poco al estilo Scrooge McDuck (Tio Gilito, vaya). Le habrían dado lo que hubiera pedido. Y espero que se le permita al arriba firmante considerar de manera legítima que no lo hiciera, entre otras cosas (de acuerdo: entre otras cosas) por la preservación de su legado.

El PGA Tour ha aprovechado precisamente esta semana para recordar el récord de aquellos 142 cortes consecutivos que el de Cypress pasó entre 1998 y 2005. Más de siete años sin dejar de jugar un solo fin de semana. Este tipo, que se hartaba de ganar y ganar, sobre todo y precisamente durante aquellos años, bien podía haber aflojado un viernes cualquiera, haberse dado un respiro cuando el juego se le aparecía una semana con fisuras, deshilachado, porque también sufrió él ese tipo de semanas, más de las que ahora podamos recordar… No lo hizo. A eso se le llama coraje competitivo.

Lo tenía, el coraje, aquel Tiger, enredado en una egolatría que aparentemente justificaba su divino proceder dentro de las cuerdas, pero también el actual Woods, mucho más vulnerable y apaleado por las lesiones y el grave accidente de tráfico de hace dos años. Tiger, no lo olvidemos, recién reaparecido y cojo, pasaba el corte el año pasado en el Genesis. Y en el Masters. Coraje competitivo. Y Legado. Toneladas de legado.

Genesis Invitational (Tiger Woods), Arnold Palmer Invitational (Arnold Palmer) y Memorial Tournament (Jack Nicklaus). Los únicos tres Signature Event con corte. Por algo será. Y ojalá se respete esta parte de su legado por los siglos de los siglos.

Blog de David Durán