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Tiger Woods y el nuevo brote del aura letal

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Tiger Woods saluda a la llegada a un green en Japón.

Si hiciéramos una encuesta ‘aquí te pillo, aquí te mato’ y obligáramos a cualquier aficionado al golf (o incluso a cualquier profesional) a destacar una sola cualidad, sólo una, de aquel Tiger Woods que dominó con mano de hierro el golf mundial desde 1997 a 2013, con toda seguridad una de ellas se dispararía sobre el resto en la consulta: su aplastante capacidad resolutiva en los greenes.

Aquel Tiger, por supuesto, era en sí mismo un interminable abanico de recursos, un jugador que podía brillar más que nadie en cualquiera de las parcelas del juego, pero que sobre todo era un prodigio de excelencia y regularidad con el putter en la mano. Para colmo, solía guardarse además una última carta en la manga: incluso en aquellas semanas más discretas en los greenes, tenía el don de la oportunidad de enchufar aquel putt concreto que lo mantenía en la pelea o que, aún mejor, terminaba de minar la resistencia de sus rivales en la encrucijada decisiva del torneo.

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Más allá de las estadísticas puras y duras, todos reconocíamos en aquel Tiger una facilidad pasmosa para rematar el trabajo en los greenes, bien salvando una situación delicada, bien añadiendo otro birdie (o eagle) más a la talega. Sin embargo, esta virtud es justo la que más se ha echado en falta en su quehacer competitivo desde que volviera a mostrar claros síntomas de recuperación a comienzos del año 2018. Lo que antaño era costumbre y hasta cierto punto habitual, ahora no lo era tanto, de tal forma que su aura, aquella aura deslumbrante que cegaba al más arrojado de los oponentes, no terminaba de brillar a pleno rendimiento, o lo hacía de modo demasiado irregular. Estaba, se intuía, pero no abrumaba.

CRÓNICA: 82 VECES TIGER WOODS

Ni siquiera cuando ganó el Masters anduvo entre los mejores en los greenes (sí fue el segundo mejor cuando venció en el Tour Championship), aunque obviamente su desempeño con el putter fuera mucho más que decente en el Augusta National. Las crónicas de todos los medios coincidían: cuando este hombre recupere el instinto asesino en los greenes, veremos qué pasa. ¿Será capaz?

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En Japón sí lo ha sido. Casi de principio a fin. Jugó de tee a green al nivel de los mejores y marcó la diferencia en la definición como no se veía en mucho tiempo, casi trasladándonos a la primera década del Siglo XXI. Si es capaz de repetir la faena con cierta asiduidad, como hacía antes (nadie juntaba tantas semanas al año siendo de los mejores en los greenes), la recomposición total del coloso será un hecho y es posible, incluso, que sus rivales se deshagan antes o después como azucarillos en el agua y el récord de Nicklaus de verdad se tambalee.