Por Pedro Fernández
Luke Donald es el deportista más equilibrado que yo me he encontrado jamás…
Y, ojo, que yo los he visto de todos los colores. Luke impresiona. Lo veías moverse por Medinah y era la elegancia, el respeto y los valores del golf hechos persona.
¿Se acuerdan de lo que decían del gran Miguel Induráin que nunca cambiaba la cara compitiendo y no sabías si iba sufriendo o comiéndose un helado? Pues así es también Donald. No varía el gesto. Si te lo encuentras en mitad de una vuelta es imposible saber si va ganando o perdiendo. Transmite tranquilidad, nunca lo verás nervioso, al menos por fuera.
Una de las cosas que más me sorprendió de Luke es que era súper querido en Medinah. Fue el único jugador europeo al que los americanos aplaudían sus golpes. Sí, es cierto que vive en Chicago, a poco más de 15 kilómetros del campo donde se jugó la Ryder, pero aún así, con lo que había en juego, sorprendía. Fue la clara demostración de lo respetado que es allá donde va.
No cruzamos muchas palabras porque se le ve un jugador serio y algo tímido, pero supe que es un amante acérrimo del arte y de la música. Toca el piano y pinta cuadros de golf. Me sorprendió muchísimo. Me dio muy buena sensación. Es una persona a la que dan ganas de darle un abrazo.
Es un tío encantador y el equipo lo adora. De verdad. Es muy afable. Además, también quiere mucho a su mujer. Llevan toda la vida juntos. Es muy familiar y, como sabréis, es uno de los mejores amigos de Sergio García. Había muy buen rollo entre ellos.
Y, por supuesto, tengo que hablar de la conexión murciana. ¿Saben que aprendió a jugar al golf en mi tierra? Así fue. Sus padres iban de vacaciones a la Manga y allí comenzó su historia. Después ha sido Número 1. Para mí es un orgullo.