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Sobre Bryson DeChambeau, Bruce Banner y sus influencias en el futuro

Follow the leader

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Bryson DeChambeau. (Simon Bruty/USGA)

Si ustedes nacieron en tiempos preconstitucionales tal vez se acuerden de una canción perpetrada por Ernesto y la vieja banda (y recuperada, por desgracia para la humanidad, por Cantajuegos) llamada La mané. En la canción, un exitazo en las verbenas y bailes de pueblo en los tiempos de Naranjito, Ernesto ejercía de maestro de ceremonias y nos iba diciendo dónde había que poner la mano (o mané) para imitarlo y hacer cucamonas de todo tipo. Más adelante, ya en los 90 nos dieron una turra semejante con el tema que da título a este artículo. Una vez más, el baile consistía en hacer todo lo que fuera diciendo el cantante mientras un ritmillo dance inmisericorde nos taladraba el cerebro. Entre The Soca Boys, creadores de la tonada, y grupos como SBS se encargaron de propagar el mal por toda la geografía mundial y de popularizar el juego de imitación infantil del mismo nombre en el que estaba basado la canción.

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No pretendo hacer lecturas sociológicas de nuestra capacidad de seguir órdenes absurdas cual borregos en contextos más o menos festivos o etílicos, porque las fiestas las carga el diablo y todos tenemos esqueletos en el armario, pero el otro día, pensando en Bryson DeChambeau, me vino a la cabeza el título de la infausta canción. Llevo tiempo pensando si habrá algún jugador que se atreva a seguir los pasos de DeChambeau y que lo imite en su preparación y enfoque, al estilo de lo que se cuenta en el Follow the leader. La conclusión a la que he llegado, seguramente prematura, es que no lo veo.

En el aspecto puramente técnico, no tenemos noticia de ningún jugador de élite (o recién incorporado a las filas profesionales) que haya seguido los pasos de Bryson DeChambeau y sus hierros con varillas de igual longitud. Pese a que el concepto lleva con nosotros casi noventa años (Bobby Jones ya diseñó para Spalding unos hierros que compartían longitud por parejas en 1930), y aunque DeChambeau lleva ya más de tres años replicando en el ámbito profesional los éxitos que logró en el campo amateur con dichas armas, nadie ha decidido imitarlo.

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Si nos vamos a la preparación física, tendremos que ser un poco más pacientes hasta ver si alguien se atreve a someterse a la transformación que ha emprendido DeChambeau para emular sus resultados en el campo de golf. Supongo que una parte importante de sus compañeros estarán asistiendo a su evolución como si fueran espectadores de Cambio radical, aquel programa televisivo que provocaba grima y fascinación a partes iguales, pero me cuesta pensar que alguien esté dispuesto a convertirse en la persona que es ahora el estadounidense. Aquí también hay antecedentes históricos: Frank Stranahan, uno de los mejores amateurs de la historia, era conocido por su potencia física y por su afición al culturismo, igual que Mike Austin, un gran pegador devenido en estudioso de la kinesiología y experto en esta rama de la ciencia que estudia los movimientos musculares. Pero ni uno ni otro lograron dejar la huella de Tiger Woods, un jugador que hizo historia y que provocó en su momento un cambio de paradigma. A partir de su irrupción en escena, no bastaba con talento y trabajo; la preparación física se convertía en un elemento primordial del arsenal de todo jugador de élite.

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Sin embargo, DeChambeau ha ido un paso, o varios pasos, más allá, y habrá que ver si hay alguien dispuesto a seguirlo. El triunfo en el U.S. Open es un buen caramelito que podría llegar a tentar a más de uno, pero la escala de valores del californiano es difícilmente trasladable a sus compañeros de la élite. Parafraseando aquello que Churchill decía de la Unión Soviética, DeChambeau es un acertijo envuelto en un misterio dentro de un enigma, y aquí no basta con imitar sus movimientos como en la cancioncita de marras y lograr los mismos objetivos. La transformación física y mental ha de ser total.

El otro día, en el podcast Bola provisional que comparto con Alejandro Rodríguez y David Durán, se me ocurrió hacer un símil entre la transformación de DeChambeau y la sufrida por Bruce Banner, que le convirtió en Hulk, el personaje de cómic. En el caso del golfista, su cambio es buscado y voluntario, movido por la voluntad y la ciencia, mientras que Banner acabó convertido en el gigante esmeralda por culpa de un accidente en un campo de pruebas nucleares (bueno, la trama es más compleja, pero no voy a liarme ahora con detallitos). El caso es que, en los tebeos, la explosión nuclear que dio lugar a la transformación de Banner en Hulk también provocó el cambio de un buen número de criaturas que vivían en aquel desierto, que adoptaron formas vagamente humanoides y que acabaron convertidas en parias condenados a vivir al margen de la sociedad humana y animal. Me pregunto si habrá algún jugador que intente seguir los pasos de DeChambeau y se quede a mitad de camino y con el futuro destrozado, tal como les ha pasado a otros golfistas que arruinaron su carrera buscando ser algo que no eran en origen (como Ian Baker Finch, por ejemplo).

Volviendo con DeChambeau, el paralelismo con Hulk puede tener cierta gracia si nos referimos exclusivamente al cambio físico, pero tal vez sea más apropiado asemejarlo al Líder, un supervillano a quien los rayos gamma le otorgaron una inteligencia superior que utiliza para hacer la vida imposible al alter ego de Banner. Si su enfoque fuera exclusivamente científico y técnico, ¿seguirían más golfistas a este líder?

1 COMENTARIO

  1. Estimado analfabeto Oscar Ruiz,antes de escribir de música ,tienes que repetir bachillerato y saber distinguir lo que es una negra de una blanca,y por educación ser más respetuoso con Ernesto Tecglen, tu mierda de articulo «Si ustedes nacieron en tiempos preconstitucionales tal vez se acuerden de una canción perpetrada por Ernesto y la vieja banda (y recuperada, por desgracia para la humanidad, por Cantajuegos) llamada La mané. En la canción, un exitazo en las verbenas y bailes de pueblo en los tiempos de Naranjito, Ernesto ejercía de maestro de ceremonias y nos iba diciendo dónde había que poner la mano (o mané) para imitarlo y hacer cucamonas de todo tipo. Más adelante, ya en los 90 nos dieron una turra semejante con el tema que da título a este artículo. Una vez más, el baile consistía en hacer todo lo que fuera diciendo el cantante mientras un ritmillo dance inmisericorde nos taladraba el cerebro. Entre The Soca Boys, creadores de la tonada, y grupos como SBS se encargaron de propagar el mal por toda la geografía mundial y de popularizar el juego de imitación infantil del mismo nombre en el que estaba basado la canción.» mas parece de un primero de bachiller del bachiller de antes que eran 6 años el cual debieras de repetir ignorante .

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