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Una decisión muy poco seria del LPGA y del patrocinador

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Natalie Gulbis. © Kenneth E. Dennis / kendennisphoto.com
Natalie Gulbis. © Kenneth E. Dennis / kendennisphoto.com

Esta semana se disputa el CME Group Championship, la gran final del LPGA Tour que determinará qué jugadora conquista la Race to CME Globe. El torneo ni siquiera ha empezado y ya viene perseguido por una agria polémica. El patrocinador, en este caso ME Group, y el LPGA han tomado una decisión que supone un flaco favor al circuito, al propio espónsor y, por supuesto, al golf femenino.

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Dadas las especiales circunstancias de este año por el Covid, se ha ampliado el número de participantes en el torneo. Normalmente juegan las 60 mejores del ranking, pero en esta ocasión serán 72. Hasta ahí todo bien, loable incluso que en un año difícil haya más golfistas que puedan formar parte de esta fiesta final que tiene una bolsa de premios de tres millones de dólares con 1.100.000 para la campeona. El problema no es el número de jugadoras, sino los criterios de clasificación. Entran las 70 mejores del ranking disponibles más dos invitaciones. Aquí es donde el asunto chirría.

Hay muchos torneos durante el año, la gran mayoría de hecho, que tienen invitaciones a dedo para complacer al patrocinador o echar una mano a una jugadora/jugador que está atravesando por una situación difícil. Son invitaciones a discreción y no hay un solo pero que ponerles. Sin embargo, tener invitaciones en la gran final del circuito, donde se está decidiendo quién gana el ranking, no es serio. Es una mancha a la justicia deportiva y competitiva.

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Lo de menos es a qué jugadoras han invitado. En este caso, son Natalie Gulbis y Sarah Kemp, dos golfistas, obviamente, patrocinadas por CME Group. En Estados Unidos se está criticando con fuerza que algunos de los dos salvoconductos no hayan sido, por ejemplo, para Sophia Popov, ganadora del British Open que no se ha clasificado para esta final porque cuando ganó en Royal Troon no era miembro del LPGA y, por tanto, los puntos que sumó en su momento no contaron. La propia Popov ha declarado que sería de justicia que una invitación hubiera sido para ella porque de haber sido miembro del LPGA cuando jugó el British tendría los puntos suficientes.

Pues no, ni Popov, ni Gulbis, ni Kemp… Este tipo de torneos de clasificación, que premian a las mejores de una temporada, no deberían tener invitaciones. Es un contra sentido. Ya ‘pasamos la mano’ al European Tour cuando decidió ampliar la Final de Dubai este año. Al menos, el Circuito Europeo estableció unos criterios deportivos de mérito (miembros dentro de los 75 mejores del mundo). ¿Se lo podrían haber ahorrado? Sí. ¿Lo deberían haber hecho? También. Pero el matiz diferencial con el LPGA Tour es enorme. No es una decisión a dedo, por simpatía o relación comercial. Se ponen unos criterios y todos saben a lo se exponen.

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El patrocinador justifica la decisión en que conoce desde hace muchos años a Gulbis y que de no haber sido por ella seguramente no estarían patrocinando golf… Pues que le monten un Pro-Am o la sigan patrocinando, pero que no desvirtúen un torneo cuyo criterio de entrada debe ser estrictamente de clasificación. Por eso es la final. ¿Qué pasará si una jugadora no suma los puntos suficientes para ganar el ranking porque Gulbis o Kemp (o Popov, lo mismo da) ha quedado justo por delante de ella en el torneo? Flaco favor se hace el torneo.

Por cierto, el LPGA Tour asegura que es una medida puntual de este año especial y que el año próximo volverá a las 60 mejores del ranking. El error, en todo caso, ya se ha cometido. Una pena.