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Ángel Hidalgo sigue soñando tras salvar una vuelta de mucho mérito en la final del Challenge

Medidas desesperadas para situaciones desesperadas

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Ángel Hidalgo saluda al acabar la segunda ronda de la Final del Challenge Tour. © Ten Golf

Ángel Hidalgo (-2) no sabía muy bien que hacer con su vida en el green del hoyo 7. Se quitaba el jersey, se lo volvía a poner, se quitaba el traje de agua, se lo volvía a poner, que si mejor este con cremallera, que si ahora tengo mucho calor, que si ahora me muero de frío, que si ahora me tomo una barrita energética… Su inicio de segunda ronda en la Final del Challenge Tour ha sido un auténtico suplicio. Todo le molestaba, aunque el veradadero problema era el que swing no fluía. Se había quedado en el hotel.

Las sensaciones han sido muy malas desde que ha pisado el T Golf de Mallorca esta mañana. Mal en el calentamiento en el campo de prácticas, mal en el 1, mal en el 3, muy mal en el 5, mal en el 7… Mal. El fade, su fade, ese efecto natural de izquierda a derecha con el que más cómodo se siente no estaba funcionando. Después de siete hoyos marchaba dos sobre par y se estaba diluyendo en la clasificación del torneo. Esta semana cada puesta vale su peso en oro y mucho más para un jugador que ha llegado el 22º del ranking y busca meterse entre los 20 primeros.

Ángel no es jugador de bajar los brazos ni de dejarse llevar. Pelea hasta la última gota de sudor y siempre está buscando soluciones. El punto de inflexión llegó en el tee del hoyo 9. Animado por un putt descomunal de birdie que metió en el hoyo 8, de esos con los que no cuentas, de unos diez metros desde el antegreen, decidió lanzarse al vacío. «Yo no pego golpes al draw (de derecha a izquierda) así me maten, pero en el tee del 9 me dice: a peor no vas a ir así que juégatela…», explica a Ten Golf. Bingo.

El golpe fue una preciosidad. Un hierro 4 alto, firme y poderoso buscando un trapo muy escondido a la izquierda de green. Clic. Encajó la pieza. Si tiene que ser al draw, que sea al draw. Desde ese hoyo 9, el golfista malagueño jugó al draw cada golpe y el resultado fue un parcial muy valioso de dos bajo par en unas condiciones difíciles, con viento, frío y unas banderas muy escondidas. Para la galería de los grandes golpes reservó especialmente tres: otro hierro 4 majestuoso en el hoyo 10, un hierro 3 espectacular en el 12, y una madera 3 estratosférica en el hoyo 18. El único lunar en los últimos diez hoyos fue un bogey ‘no forzado’ en el hoyo 11 tras una mala sacada de bunker. Ahí toca dar una buena parte del crédito a Kisko Pérez, su caddie. Consiguió quitarle hierro al error y siguieron con la cabeza alta. «Ni me acuerdo lo que me dijo, pero seguro que fue una de sus tonterías y ya en el tee del 12 estaba muerto de risa. Me hace reír y me está ayudando mucho», explica Ángel.

El cambio del fade al draw fue una medida desesperada para una situación desesperada. Sentía que se le estaba yendo el torneo entre los dedos y logró reconducir la situación. Eso sí, el sábado espera traerse consigo de nuevo el fade el hotel. «Ha sido un parche. Lo que vale es el fade y ahora mismo me voy al campo de prácticas para recuperarlo», señala. Mientras tanto, con audacia y toneladas de sufrimiento ha conseguido salvar algo más que los muebles y acercarse un poquito más a la tarjeta, aunque todavía quedan 36 hoyos largos y muy duros…

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