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Serial: La Blackberry, el hierro 2 y los calcetines del jueves

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Pablo Larrazábal posa con el trofeo de campeón del Open de Francia 2008.

Viajamos al 28 de junio de 2008. «Es sábado por la noche y me encuentro lavando los calcetines que me puse el jueves en la primera ronda. Lo hago en el baño del hotel Mercure que había reservado para toda la semana. Soy líder del Open de Francia con tres golpes de ventaja sobre Soren Hansen y Colin Montgomerie. Con esos calcetines me hice 65 golpes. Nada puede salir mal. Aquel sábado, mientras secaba los calcetines con un secador de pelo, empecé a ser un supersticioso abnegado, un auténtico gaforro».

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Han pasado algo menos de doce años desde la primera victoria de Pablo Larrazábal en el European Tour, pero lo recuerda todo hoy con una claridad rabiosa. Como si hubiera sucedido ayer. Tenía 25 años. Confinado en su casa de Barcelona, como todos mientras dure esta estado de alarma por el coronavirus, nos cuenta historia a borbotones. «No sé ni por dónde empezar», asegura con una sonrisa.

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Vamos desgranando… «Aquella semana jugué con trece palos toda la semana. El driver lo dejé debajo de la cama del hotel. No quise ni tocarlo en el Golf National. Mi drive fue una madera 3 de 13 grados y también le di mucho juego a un hierro 2 Big Bertha que tenía diez años. Me lo dio Doctor Ian en un torneo de juniors. Hoy es el que trabaja en Callaway con nosotros, los profesionales. ¡Uf! Cómo iba ese hierro 2… Porque es ilegal que si no lo sacaba en el próximo torneo…», recuerda.

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Por supuesto, no olvida las palabras de Colin Montgomerie el sábado después de la tercera ronda. El veterano escocés quiso meter toda la presión del mundo y un poco más al joven Larrazábal, recordándole que era la primera vez que se veía en una de esas… «Lo leí, claro que lo leí… Creo que fue en una Blackberry que tenía entonces, con 3G. Lo publicó el European Tour. ¿Que qué pensé? Lo primero que hice fue calcular qué me hacía falta para mantener la tarjeta. Las cuentas me decían que con un séptimo puesto me valía. Sacaba seis golpes al séptimo, así que recuerdo que me dije: si no hago más de 80 consigo el objetivo. Esa era mi misión. Aquello me sirvió para quitarme mucha presión», afirma.

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La superstición no termina con los calcetines –»de Footjoy que aún andan por casa», recuerda Pablo– sino que también afectó al hotel y a un generoso ofrecimiento que le hizo el torneo. «Decliné cambiarme de alojamiento el fin de semana. Me propusieron meterme en el hotel del Golf National, pero yo dije, quita, quita, me quedo en el Mercure que aquí las cosas van bien», asegura. Y no le salió nada mal.

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Entre supercherías y un golf de altísimo nivel, Larrazábal terminó ganando con cuatro golpes de ventaja sobre Colin Montgomerie y cinco sobre Soren Hansen. Diez años antes de la Ryder Cup. El séptimo puesto terminó a diez golpes. Victoria, tarjeta al bolsillo para dos años e irrupción como un elefante en una cacharrería en el círculo de ganadores del European Tour.

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Así lo contamos en Ten Golf aquel 29 de junio de 2008:

El día en que Pablo Larrazábal paró los pies a Montgomerie (Crónica final)

Larrazábal, en París, a lo Nadal (Crónica tercera jornada)

1 COMENTARIO

  1. Chulas estas crónicas con detalles de hoteles, calcetines, palos…la trastienda, que casi nunca vemos y que también es interesante…los caddies, la logística, viajes…haced más de este tipo, por favor. Gracias.
    Y en cuanto a los libros sobre las escuelas que el otro día recomendó Óscar, poner si podéis el enlace, aunque estén en inglés…

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