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Dedicaba gran parte de su trabajo a los golpes largos desde los búnkers de calle

El entrenamiento ‘secreto’ de Seve para llevar el toque de bola a otra dimensión

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Seve Ballesteros.

Que el gran Seve Ballesteros comenzó a jugar al golf con un hierro 3 en la playa de Pedreña es una historia ampliamente conocida. Precisamente, este arduo y complicado aprendizaje, que hoy en día no se lo recomendaríamos a nadie, es lo que forjó a un jugador excepcional y mágico. Del mismo modo, le confirió unas habilidades fuera de lo común en el juego corto.

Muchos se quedaron en la anécdota. Sí, un hierro 3 en la playa. Una de esas historias para contar de abuelos a nietos. Sin embargo, aquella táctica que podría parecer ingenua, tenía mucho más calado de lo que puedan creer. Seve creía firmemente en este entrenamiento. De hecho, casi se podría decir que era una de sus fórmulas secretas.

Así lo reveló hace exactamente 30 años en un reportaje en Golf Digest con motivo del Masters de Augusta. El genio cántabro desveló que una buena parte de sus entrenamientos los hacía pegando golpes largos desde búnkers de calle. Y todavía intensificaba más esta práctica cuando llegaba el Masters, ya que sabía que el coloso de Georgia le iba a demandar su mejor golf.

No era una fórmula caprichosa, ni mucho menos. Seve tenía claro que era la mejor manera de mejorar su toque de bola. «La arena no perdona», decía en el citado reportaje. Si no pegas antes a la bola será un desastre seguro. «Golpear la bola limpiamente desde la arena te ayuda a tener un gran toque y control de la cabeza del palo, especialmente con los hierros cortos. Te presiona… Sabes que tienes que golpear primero la bola y luego la arena», decía.

Es decir, Seve no practicaba este tipo de golpe por si caía en las trampas de arenas, sino precisamente para mejorar su rendimiento en los golpes desde la calle. Para tener aún más control. Seve escribió que ese entrenamiento mejoró su técnica. Su ritmo se templó, perdió el exceso de movimiento en su swing y perfeccionó la calidad de contacto con la bola, de forma que generaba exactamente la cantidad de efecto que necesitaba para tirar a los complicados greenes de Augusta.

Además, como la arena es una superficie menos estable, hay menos margen de error. Te obliga a hacer el swing con equilibrio, estabilidad y ritmo. Todas esas cualidades le permitieron, aseguraba el propio Seve, hacer contacto sólido más a menudo desde la calle. Una genialidad inteligente y sencilla que creó la leyenda que siempre recordaremos.