Luke Donald se la jugó (o no, a la vista del resultado) con la elección a dedo de Ludvig Aberg para la Ryder Cup, pero su apuesta habría sido aún mayor si otro de los jóvenes talentos que seguía bajo el radar hubiera brillado en los dos torneos que jugó en Europa entre finales de agosto y principios de septiembre: el D+D Real Czech Masters y el Omega European Masters. Adrien Dumont de Chassart (ADC), protagonista de esta historia, pinchó en hueso en Praga, donde no pasó el corte, y acabó 52º en Crans Montana; el sueco, sin embargo, convenció al inglés con un cuarto puesto y un triunfo, respectivamente. En cualquier caso, a Donald no le hubiera temblado el pulso por llamar a filas para Roma al prometedor belga de 23 años.
Es más, este chico que ha maravillado en su etapa en Illinois (donde también estudiaron sus compatriotas Thomas Pieters y Thomas Detry) y, aunque su calidad no conllevara una cifra relevante de triunfos en la NCAA (cuatro, pero con 29 top ten en 52 eventos), sí demostró a las primeras de cambio, nada más dar el salto al profesionalismo, que estaba sobradamente preparado para grandes hitos. Llegó y besó el santo en el BMW Charity con victoria en su estreno en el Korn Ferry Tour, perdió en el playoff con otro mozo recién salido del college, Ricky Castillo, en su segunda comparecencia como pro y después engarzó cuatro top ten más (un récord de seis seguidos que alguna vez ostentaron Scottie Scheffler, Stewart Cink y Will Zalatoris en el Korn Ferry Tour) que le valieron para garantizar una tarjeta del PGA Tour para la próxima temporada.
«Quiero estar allí», dijo durante una entrevista con la web del Circuito Americano mientras veía el sorteo de los foursomes de la jornada inaugural de la Ryder Cup. Sólo tuvo dos meses para persuadir a Donald mientras ahora cuenta con dos años por delante para que el inglés lo reclute para Bethpage. Tiene hambre y, como Aberg, determinación.
Adrien, siendo niño, era muy deportista pero su proyección iba encaminada hacia otra especialidad: el tenis. En Villers-la-Ville, localidad a 40 minutos de Bruselas donde se crió, atesora trofeos vinculados al raqueta. Fue uno de los 15 mejores juveniles de Bélgica antes de dejar de competir a los 13 años, cuando el swing con la raqueta empezó a hacer mella en su golpeo con el palo. «Probablemente era mejor en el tenis», apunta ADC. Pero estaba más enganchado al golf y posiblemente su educación tenística le haya valido para exhibir un toque hábil alrededor de los greenes. «Tiene de las mejores manos que he visto», sostiene Justin Bardgett, entrenador asistente de Illinois durante el tiempo que ADC estuvo allí.
También tiene que ver que Arnaud, su padre, no le permitió usar el driver hasta que bajara de hándicap 30 (lo logró con 11 años) y, por tanto, perfeccionó desde mocito su juego corto. Ahora bien, la contrapartida fue que llegó a la universidad con un golpe de drive bastante pobre. Aun así, ganó el Big Ten en su primer año a pesar de «no golpear bien la bola» con ese palo, en palabras de Mike Small, su entrenador de Illinois. Esa desventaja la ha ido corrigiendo Adrien, que se ha mudado a Jacksonville (Florida) este invierno con su novia, Katie, hija del coach de baloncesto masculino de su Universidad, Brad Underwood, en las últimas temporadas.
Dumont de Chassart es uno de los 13 novatos que compite esta semana en el Sony Open, su estreno como miembro del PGA Tour; en principio, su idea es jugar alrededor de 25 torneos este año y confían en su tremenda capacidad de aprendizaje. «Es el chico de 23 años más maduro que he conocido», afirma Bardgett, cuya declaración parece calcada a las que hacían de Aberg en Texas Tech.
Donald juega desde mañana al domingo el Dubai Invitational pero seguro que no le quita ojo al Sony Open para observar el desempeño de Adrien Dumont de Chassart, que sueña con estar en la Ryder neoyorquina en 2025.
