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El campeón del Charles Schwab Challenge se empeñó en acabar el hoyo antes que Morikawa

El día que Harrington doctoró a Berger en la batalla psicológica

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Daniel Berger y Collin Morikawa se saludan tras el desempate del Charles Schwab Challenge. (Photo by Tom Pennington/Getty Images)

Daniel Berger arrancó el desempate del Charles Schwab Challenge con una pesada mochila psicológica a cuestas. Era su tercer playoff en el PGA Tour y había perdido los dos anteriores, el primero contra Padraig Harrington en el Honda Classic de 2015 y el segundo frente a Jordan Spieth en el Travelers Championship. Uno siempre trata de expulsar esos pensamientos de su cabeza, pero es inevitable que pululen y fustiguen de una manera más o menos consciente. La teoría dice que lo mejor es no pensar en ello, pero como eso puede llegar a ser ciencia ficción llegado el momento de máxima presión, lo ideal, realmente, es saber que están ahí, que son inevitables y que tienes que lidiar con ellos.

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Berger tenía muy claro su historial de desempates cuando se plantó en el tee del 17 para enfrentarse con Collin Morikawa para dilucidar el campeón. El azar, en este caso, le echó un cable. La moneda al aire determinó que el primero en pegar era Morikawa y falló la salida. Desde que vio salir la pelota, Berger respiró aliviado. «Sabía que desde la derecha, donde estaba, era casi imposible llevarla a green, por lo que vi una pequeña ventaja», aseguró después de levantar el trofeo. Acto seguido pegó una gran salida y un muy buen segundo golpe que se fue un poco largo de green, aunque la pelota se quedó bien colocada.

Efectivamente, Morikawa no pudo llevar la bola a green, pero efectuó un espléndido chip desde la entrada que dejó la bola a poco más de medio metro para salvar el par. Por televisión parecía que el putt era muy sencillo, pero Berger tuvo muy claro desde el principio que esa bola no estaba dada y comenzó la batalla psicológica. «Caía un poco de izquierda a derecha y era rápido. Si me estoy jugando 20 dólares en mi campo con un amigo te aseguro que le obligo a patear», explicó.

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El putt de Morikawa era corto, pero muy tenso. Por eso, cuando Berger realizó su chip y dejó la bola a unos 40 centímetros para par su obsesión era terminar el hoyo antes de que pateara su rival. «Quería acabar antes que Collin y por eso le pregunté al árbitro (Mark Russell) si podía rematar el hoyo. Me quería asegurar de que podía hacerlo». El árbitro le dio luz verde, Berger acabó con el trámite, hizo par y puso sobre los hombros de Morikawa toda la presión. De pronto, ese putt ya era a vida o muerte. Si lo fallaba perdía el torneo… Y lo falló.

Un golpe ejecutado en tres minutos y 47 segundos

Berger no ha aprendido la batalla psicológica por ciencia infusa. Se doctoró con uno de los maestros. Nos remontamos al mencionado desempate del Honda Classic de 2015, con Harrington como rival. Ambos habían hecho el par en el 18, el primer hoyo del playoff y se fueron al 17, un tenso par 3 integrante de la temida Trampa del Oso. El golpe tiene una presión enorme. El viento en esa zona del PGA National es muy traicionero y el enorme lago espera con las fauces bien abiertas. Además, los jugadores pegan del orden de un hierro 7 o hierro 6. Y Harrington, todo esto, lo sabe muy bien.

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El irlandés, capitán de Europa en la próxima Ryder Cup, pegaba primero y se tomó su tiempo. Sabía que el joven Berger, con 21 años y sin experiencia ganadora en el PGA Tour, sería un manojo de nervios, por lo que cada segundo de más en ese tee antes de pegar jugaba a su favor. Tardó exactamente tres minutos y 37 segundos (pueden ver el vídeo) en pegar su golpe. De locos. Y encima lo hizo de maravilla. Se dejó un putt de birdie de unos dos metros.

Se pueden imaginar por dónde andaban los niveles de adrenalina de Berger cuando tuvo que pegar su golpe con un hierro 6. Falló el tiro, acabó en el agua y perdió el torneo. Eso sí, aprendió una valiosa lección, reforzada aún más cuando Jordan Spieth embocó desde el búnker en el Travelers para ganarle el desempate. Lo dejó sin respuesta. Está claro por qué ayer estaba tan obsesionado con patear antes que Morikawa…