En cualquier torneo de golf y en cualquier jornada siempre vamos a encontrarnos una batería inmisericorde de errores, unos más gruesos, garrafales, y otros más de andar por casa. No en vano, son muchos los ‘estudiosos’ de este deporte que han llegado a la conclusión de que el éxito en la práctica de los catorce palos no pasa por la perfección, sino más bien por el hecho de conseguir que los fallos no sean groseros (Nick Faldo, por ejemplo, es un convencido de esta teoría).
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Este domingo, en el Colonial Country Club, se ha visto de todo. También errores de cualquier color y calibre, por supuesto. Nada que no sea aparentemente normal… Sin embargo, una vez concluido el torneo la sensación que ha quedado al respecto iba un poco más allá. Digamos que la jornada ha quedado marcada más por los fallos que por los grandes aciertos. O quizá sólo haya sido que se han juntado demasiados nombres ilustres en el lado gris…
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Comenzando por Rory McIlroy (-6), cuyas ‘espantás’ en jornadas decisivas son más habituales de lo que se le supone a un Número 1, o simplemente a un jugador de su contrastada categoría. Ya ha quedado escrito esta semana: Rory es demasiado a menudo un monarca magnánimo. Y el resto lo agradece, claro.
El norirlandés ha vivido hoy una auténtica pesadilla, cuyo origen sin duda ha sido el terrible segundo golpe que pegaba en el hoyo 1, cuando trataba de cazar de dos el green en este par 5. Rozando incluso en ‘socketazo’, si es que no lo fue. Después, terror y sufrimiento -ahora fallaba un drive, ahora un segundo golpe, ahora un putt-, para pasar los primeros nueve hoyos con una suma escalofriante de 41 golpes.
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¿Y qué me dicen de esos catorce pares consecutivos de Patrick Reed? De acuerdo: algunos fueron mejor que buenos, firmados gracias a excelentes recuperaciones marca de la casa, pero también se dejaba por el camino multitud de opciones.
Xander Schauffele regalaba casi todas sus posibilidades errando un putt de poco más de medio metro en el 17. Y Gary Woodland protagonizaba una vuelta bastante anodina, salpicada de fallos que en su caso hay que considerarlos de bulto, para terminar firmando el PAR en el día.
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Justin Thomas, por su parte, tampoco era capaz de meterse en faena, errando hasta siete putts por debajo de los diez pies, casi todos ellos para hacer birdie -el putt más largo de birdie que enchufaba hoy apenas llegaba al metro y medio de distancia-. Y su buen amigo, Jordan Spieth, apenas cogía cinco calles en todo el día, con un fuera de límites incluido que llegaba justo cuando el texano venía remontando…
Incluso podríamos destacar errores puntuales de algunos grandes nombres que sí han cerrado buenas rondas, claramente por debajo del par. Sería el caso de Justin Rose, muy apagado en el arranque, cuando fallaba un putt corto de birdie en el hoyo 1 y otro mucho más corto -poco más de un metro- en el hoyo 2 para salvar el par… O el de Bryson Dechambeau, que venía como un tiro en la recta final y cometía un error garrafal en el 17 desde el centro de la calle y con un hierro 9 en las manos, para entregar sus opciones.
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Collin Morikawa, para finalizar, confirmaba ese tufillo extraño de mal fario, errando primero un putt de birdie que no llegaba al metro y medio de distancia en el hoyo 72 que le hubiera dado el torneo, y luego otro de unos sesenta centímetros en el primer hoyo de desempate. No sería justo siquiera pensar que Daniel Berger se ha encontrado con el triunfo, pero las sensaciones descritas, aunque sean subjetivas, ahí quedan…