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La historia del test definitivo del Callaway Rogue con el Número Uno del mundo

El día que Jon Rahm se puso a pegar un drive tras otro y aquello no parecía humano…

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Jon Rahm.

A Jon Rahm no lo vamos a descubrir a estas alturas. Es el Número Uno del mundo, campeón del US Open, seis triunfos en el PGA Tour, siete en el European Tour, campeón de la Race to Dubai, más del cincuenta por ciento de top ten en todos sus torneos… Resulta obvio que los datos hablan por sí solos. Sin embargo, detrás de toda esa ingente acumulación de números extraordinarios se esconde una historia, una pequeña anécdota, una simple mañana en un campo de prácticas que nos ayuda todavía más a situar la verdadera dimensión de este golfista.

Lo que les vamos a contar ocurrió hace unas pocas semanas. Tras meses y meses de trabajo, el equipo de desarrollo de material de Callaway acababa de sacar del horno la versión definitiva del prototipo del nuevo driver que se iba a poner a la venta en 2022, ya saben, el Rogue que se pudo ver en la bolsa de todos los jugadores de la marca californiana la semana pasada en el Sentry. Tocaba realizar el primer test con la flamante arma y, claro, no se podía llamar a un mejor banco de pruebas posible que Jon Rahm. En otras cosas porque Jon ha estado muy encima de la evolución de ese nuevo palo. Lo que allí ocurrió, durante esa sesión de trabajo en el Ely Callaway Performance Center, mientras el golfista de Barrika pegaba una bola tras otra, dejó al equipo de expertos de Callaway con la boca abierta y fue la viva demostración de por qué es uno de los golfistas más consistentes del planeta.

Les ponemos en antecedentes. En una sesión de este calibre, donde un profesional pega tantas bolas, como es lógico, la gran mayoría son perfectas. Estos tipos pegan una y otra vez en la yema, son repetitivos hasta el hartazgo, aunque de vez en cuando se cuela alguna que otra bola que no es tan perfecta, de lo contrario serían robots. Un ojo humano bien entrenado puede detectar al vuelo, nunca mejor dicho, esa bola que no es tan perfecta, pero a quien seguro no engaña es a la máquina, y más concretamente al trackman que estaban utilizando durante la sesión para medir todos los valores de cada golpe.

El valor que enseguida se altera cuando una bola no es golpeada exactamente en el centro es el ‘spin rate’, es decir, las revoluciones por minuto de la bola. Lo normal es que un profesional mantenga más o menos el mismo nivel de revoluciones cada vez que pega a la bola con el centro de la cara del palo, pero cuando esto no se produce la variación puede ser de 300 o 400 revoluciones más de lo normal. Es lo habitual aunque el fallo, se pueden imaginar, sea mínimo.

Pues bien, volviendo a la sesión de práctica de Jon con los hombres de Callaway, resulta que el de Barrika no falló ni una. De locos. «Sé perfectamente lo bueno que es, pero no esperaba ver el espectáculo que montó. Fue una de las cosas más increíbles que he visto», asegura a golf.com Jacob Davidson, gerente de Callaway para el PGA Tour.

Entrando en detalle, Davidson explica cómo fue la sesión: “Estaba pegando muy bien ese día, es cierto, pero había algo más. Todos sus impactos se producían en el centro de la cara del palo. Todos. Llegó un momento en que se convirtió en un juego. Seguía diciéndonos: ‘¿Necesitas otro? No puedo pegar ya mejor que eso’. Así se puso a ver cuántas bolas perfectas seguidas era capaz de pegar”. Llegó a encadenar diez drives seguidos en los que la diferencia entre uno y otro no llegaba a las 100 revoluciones, algo que dejó impresionados a los responsables de Callaway.

“Nunca había visto a alguien golpear de manera tan consistente en el centro de la cara del palo”, dijo Davidson. “Es algo que probablemente nunca volveré a ver. Golpear tan bien y consistentemente es básicamente imposible. Fue divertido presenciarlo en persona, eso es seguro», remata. 

Por cierto, Rahm fue el único jugador del Sentry Tournament of Champions que pegó dos drives por encima de las 400 yardas durante la semana…