Rory McIlroy (-21) ha ganado por tercera vez la FedEx Cup y, de paso ha hecho historia al romper el empate con Tiger Woods, que era el otro jugador con dos títulos, y habrá que ver cuándo y cómo alcanza otro jugador estos tres entorchados, si es que no es el propio McIlroy quien lleva el récord a cotas más altas, nada que debiera extrañarnos teniendo en cuenta que él no cumple años, pues a pesar de llevar ya toda una vida con nosotros, sólo tiene 33.
Rory necesitaba una gran última vuelta en East Lake y la ha hecho (66 golpes). Pero sobre todo necesitaba que el líder inconmensurable al finalizar la tercera ronda, Scottie Scheffler (-20), se desplomara dramáticamente. Y también ocurría, mire usted por dónde, sobre todo en el primer tercio de la ronda, donde este gran jugador, texano de Nueva Jersey, arrojaba un saldo de tres más en seis hoyos y abría la puerta de par en par a la incertidumbre y la emoción.
Scheffler ha hecho agua de tee a green (sólo nueve greenes en regulación), y si no capituló antes fue porque su coraje y talento alrededor de green le salvaba de situaciones delicadas y, mejor o peor, le permitía llegar hasta el hoyo 72 con alguna opción. Rory, por el contrario, ha sido un martillo pilón con el putter en las manos, precisamente lo que no siempre se espera de él. Y ya se sabe lo que ocurre cuando este jugador tiene la semana en los greenes. Pues lo mismo que con Dustin Johnson: que suele ganar.
Gana, incluso, habiendo comenzado el torneo con triple bogey en el hoyo 1 y bogey en el hoyo 2. Así de bien ha jugado Rory; pero sobre todo así de bien ha pateado. Y gana con autoridad, a pesar de las apreturas finales, hasta el punto de haberse llevado el TOUR Championship sin la ‘ayuda’ del ajuste de hándicap que se realiza en esta cita. Él partía con -4 y ha hecho -17 en las cuatro rondas, el mejor registro bajo par de todos los participantes.
La victoria de este jugador, y hasta su mano a mano final con Scheffler, no deja de tener también un significado simbólico en estos tiempos de cisma, en los que el jugador británico ha tomado las riendas y se ha erigido en líder carismático, de la mano de Tiger y con el apoyo sereno de Scheffler, Número Uno del mundo, entre otros pesos pesados. Rory se la estaba jugando con un estadounidense, pero en Atlanta una razonable mayoría vibraba más con Rory, y quizá, hasta Jay Monahan, máximo dirigente del PGA Tour, si le hubieran permitido en secreto escribir el guión de esta final, lo hubiera escrito con el mismo desenlace. Por aquello de hacer marca, vaya.
Es de justicia deportiva darle su espacio a Sungjae Im (-20), el joven surcoreano que no deja de crecer y que, por momentos, pareció que podía pescar en el río revuelto de Rory y Scottie. Un doble bogey en el 14 lo mandaba a la lona, pero no definitivamente como parecía, pues regresaba a la pelea con birdies en los hoyos 15 y 17… Y todavía disponía de un putt de birdie de 4 metros en el 18 para haber llegado hasta el -21 que a la postre resultaba ganador.
No hubo en realidad más candidatos serios y bien plantados, más allá de Rory e Im. La ventaja de seis golpes con la que partía Scheffler se iba diluyendo, pero otros como Cantlay o Schauffele no acertaban a cambiar el ritmo, como sí hizo McIlroy. Amagaban, pero no golpeaban.
Fin de la temporada. Hace ocho años que Rory no gana un Grande y en 2022 no ha estado muy lejos. Mientras llegan o no llegan estos triunfos, o el Grand Slam, seguro que un cheque de 18 millones de dólares ayuda lo suyo a llevar la larga espera con santa paciencia…
