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Rory gana con el plan A y también con un plan B que no siempre se le valora

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Rory McIlroy posa con el trofeo de ganador del WGC HSBC Champions. © Golffile | Fran Caffrey
Rory McIlroy posa con el trofeo de ganador del WGC HSBC Champions. © Golffile | Fran Caffrey

Rory McIlroy (-19) ha ganado el WGC-HSBC, último campeonato del mundo del año, tras firmar un 68 y, acto seguido, superar a Xander Schauffele (-19) con un birdie en el primer hoyo de desempate. A la defensa del título del estadounidense hay que ponerle algo más que un sobresaliente. Como se ve, este jugador ha respondido a ese perfil que se ha forjado de hueso duro y excelente competidor bajo presión que sin duda lo sitúa como candidato a coronar las cotas más altas. Y cuando se habla en golf de las cotas más altas, naturalmente se está hablando de los Grandes.

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A Rory le ha costado rematar la soberbia y redonda escultura que ha cincelado y pulido durante toda la semana, pero sobre todo el sábado y el domingo, dos jornadas en las que no ha manchado la tarjeta con un solo borrón. Sin bogeys. Nunca es sencillo y él, además, no tiene por ejemplo la misma capacidad resolutiva del mejor Tiger. Nada nuevo bajo el sol: nadie la tiene.

Xander Schauffele y Rory McIlroy en la jornada final en el Sheshan International Golf Club. © Golffile | Fran Caffrey
Xander Schauffele y Rory McIlroy en la jornada final en el Sheshan International Golf Club. © Golffile | Fran Caffrey

Rory impone su ley de la gravedad y sólo quedan cuatro grandes candidatos

El caso es que en la auténtica hora de la verdad de la encrucijada decisiva, la del domingo, que en el Sheshan International Golf Club de Shanghai habría que situarla en los picantes y vertiginosos tres últimos hoyos del recorrido, al norirlandés le ha costado respirar profundo y a gusto. (Recordemos: el 16, un par 4 corto a cuyo green se puede llegar desde el tee, aunque no sin evidente y bien diseñado riesgo; el 17, un par 3 largo que suele terminar la semana siendo el hoyo más difícil del campo; y el 18, un par 5 muy bien defendido por agua por todo su flanco derecho en el que se puede llegar de dos, cuya salida no es sencilla de enhebrar y cuyo segundo tiro tampoco es sencillo a un green en semi península, bien defendido por agua de frente, por la derecha y por detrás).

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Louis Oosthuizen (-17), el tercero en discordia del partido estelar, que se había subido al tee del hoyo 3 como líder tras arrancar con dos birdies, y al que luego se le había enfriado la ronda, llegaba a este tramo decisivo casi sin opciones, a tres golpes de la cabeza. Uno menos en la pelea. Schauffele, que se subía al tee del 16 un golpe por detrás de la cabeza, tampoco iba sobrado de resuello, pero respondía con entereza en el sprint final del 18 (birdie), mientras que Rory estaba a punto de irse al agua en la salida de este último hoyo, después de fallar también clamorosamente la del 17… Tras sacar los dos pares pertinentes y obligatorios en estos hoyos y llegar al desempate, eso sí, cayó en la cuenta de que esta semana sí llevaba en la bolsa la capa de superhéroe, jugando a lo grande el desempate (hoyo 18, par 5): excelente drive y magnífico hierro 4 desde 200 metros a green, donde pateaba para eagle y el birdie caía por la ley de su gravedad. Asunto liquidado.

Louis Oosthuizen y Rory McIlroy en el green del hoyo 2 durante la ronda final del WGC HSBC.  © Golffile | Fran Caffrey
Louis Oosthuizen y Rory McIlroy en el green del hoyo 2 durante la ronda final del WGC HSBC. © Golffile | Fran Caffrey

Este Sheshan International esconde a un gran farsante

Hasta aquí, el desenlace, al que casi nunca falta la dosis adecuada de incertidumbre y drama. Pero en el análisis es necesario destacar que McIlroy ha ganado su tercer campeonato del mundo gracias, por supuesto, a un plan A que es el fundamento de este juego para todo el mundo y que consiste, a grandes trazos, en un juego de tee a green ordenado y consistente. En su caso, además, ya lo sabemos, tal capacidad ofrece un plus, pues va muy largo (el más largo) y después es capaz de poner la bola en las nubes con cualquier palo.

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Es tal la fuerza hipnótica que desencadenan su driver y su resplandeciente swing, que muchas veces nos olvidamos de destacar otra parcela del juego que él también puede llevar afilada y a punto: Rory ha sacado adelante el ciento por ciento de las recuperaciones alrededor de green a lo largo del fin de semana en China (8/8). Y no todas eran precisamente sencillas. Schauffele, por ejemplo, ha tenido que recuperar en siete ocasiones durante el fin de semana y sacaba adelante sólo cuatro. Es cierto: habría que valorar al peso la dificultad de cada una de estas recuperaciones, de uno y otro, pero queda meridianamente claro que, una vez puesto el fundamento, tener la bola en juego, este tipo de pinceladas definen un torneo.

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Es verdad, conviene también anotarlo, que McIlroy, en la tarea alrededor de green, ha encontrado esta semana un solvente aliado en el putter, tanto a la hora de recuperar como de anotar birdies. ¿Cuántas veces le hemos visto fallar en la hora de la verdad ese putt para par que hoy embocaba en el 17, desde metro y medio? Desde luego, muchas más que al mejor Tiger, puestos a comparar en el corazón de la excelencia. Tenía todo el sentido que lo celebrara sacando un puño que era casi de perfil Ryder.

Rory McIlroy, Xander Schauffele y Louis Oosthuizen en el green del 18 del Sheshan International durante la ronda final del WGC HSBC Champions. © Golffile | Fran Caffrey
Rory McIlroy, Xander Schauffele y Louis Oosthuizen en el green del 18 del Sheshan International durante la ronda final del WGC HSBC Champions. © Golffile | Fran Caffrey

El norirlandés se suma de nuevo a la carrera por el número 1 del mundo con determinación. Él nunca ha ocultado que es uno de sus objetivos. Otra cosa es que sea capaz de ejercer un dominio tirano, porque sus modos y su forma de ver la vida poco o nada tienen que ver con tal instinto. Pero si de alguien puede esperarse semejante salto de calidad competitivo, sin duda es de Rory McIlroy.

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