El fiel escudero de Jon Rahm se llama Adam Hayes. Es su caddie. Su inseparable caddie desde casi el mismo día que se hizo profesional. Se entienden con una mirada. Como en la calle del hoyo 18 este domingo, antes de ejecutar el tercer golpe y después de haber fallado la salida. «Jon, vamos a terminar a lo campeón, vamos a hacer approach y putt y acabamos el torneo con par», le dijo a su jefe. Rahm lo miró con una medio sonrisa y le replicó: «me has leído el pensamiento».
Rahm y Hayes forman un tándem espectacular y entre las razones está que comparten la misma ambición. Aunque resulte difícil de creer a la vista del estándar de Jon, Adam tiene el mismo deseo de ganar, el mismo hambre de gloria. Rara vez frena al de Barrika cuando se trata de plantear una estrategia arriesgada. No se le ocurriría porque además sabe que sería ir contra su forma de ser.
Por este motivo, no chistó cuando Jon planteó el segundo golpe del hoyo 14, el tiro que quedará para la historia como el gran protagonista de su triunfo en el Masters. «Tenía 128 metros a la bandera y pegué un hierro 8 en línea al borde izquierdo del green para que fuera abriendo y muriera a unos cinco metros del hoyo. Después, la propia pendiente del green haría el resto del trabajo para acercarla. Vaya golpe, tú», confiesa divertido Jon.
A Hayes sólo le falto aplaudir y hacer una reverencia. «Fue un golpe increíble, de los que se ven sólo en los videojuegos. Jon es un loco de la historia del golf y está todo el día viendo vídeos de torneos antiguos. Estoy convencido de que ha visto muchísimas veces el Masters y todo ese bagaje le ha ayudado en algunos golpes de hoy», explica Adam.
En este sentido, Hayes peca siempre de modestia. «Yo no he hecho nada, no tengo ningún mérito en esta victoria. Es todo Jon. Yo lo único que he hecho es darle las distancias y calcular el viento. Nada más», señala. No obstante, sí que tuvo una charla con él después del doble bogey del hoyo 1 el primer día del Masters. «Ahí sí hablamos y le dije, muy bien, ya ha pasado esto, ahora vamos a ponernos a jugar al golf, no le demos más vueltas».
Adam no es de los que habla mucho, pero cada vez que abre la boca aporta, sentencia y convence. Lo transmite todo con una enorme seguridad y eso le hace mucho bien a Jon.
Además del golpe del 14, Jon no quiso pasar por alto lo que ocurrió en el hoyo 13, su extraordinaria salida para dejarse un segundo golpe de menos de 180 metros. El de Barrika no dudó en batirse en duelo con el gran cambio del Masters en esta edición, ese estiramiento del hoyo en 35 yardas. «Después de superar con par los hoyos 10, 11 y 12, que era muy importante tras hacer bogey en el 9, me dije a mí mismo que en el 13 había que ser agresivo, había que jugar al ataque. Me salió un drive muy bueno y después pegué un buen hierro 6 aunque abrió menos de lo que yo esperaba. Después, hice un gran chip y me dejé dado el birdie. Ese fue un momento importante», argumenta.
Para la historia del torneo quedarán esos dos hoyos. En el 13 se preparó el toro y en el 14 propinó la gran estocada.
Además, hablando de hoyos y momentos concretos de la vuelta, Jon destacó una anécdota respecto al golpe en el hoyo 12. «Lo hablé el miércoles con Tony Finau durante la ronda de nueve hoyos de prácticas previa al torneo. Le recordé cuando él y Francesco se fueron al agua en 2019 y le pregunté si realmente había dado un buen golpe. Me dijo: «Sí, fue un buen golpe, sólo que salió un metro demasiado a la derecha y cayó al agua». Después, me comentó que el tiro de Tiger fue a la izquierda a la bandera, justo donde estaba la bandera el tercer día. Así que cuando llegué allí hoy, la misión número uno era ponerla en tierra seca. Las condiciones eran parecidas a las de la mañana, cuando jugamos la tercera ronda, así que busqué hacer un hoyo en uno a la bandera de la mañana, a la izquierda de la del domingo. Y estuve cerca, creo. Pegué por encima del centro del bunker y esperé que llegara a green. Dos buenos putt y adelante».