Jon Rahm ha mantenido hoy un encuentro virtual con varios periodistas españoles para recordar su victoria en el Masters de Augusta y describir con más detalles las emociones y los momentos que vivió después de conquistar la sexta chaqueta verde del golf español, su segundo major y el décimo de nuestra historia. Han pasado ya casi diez días y a Jon se le sigue poniendo la piel de gallina.
Rahm ha contado, por ejemplo, el primer instante en que se dio cuenta de lo que había conseguido. Justo después de ganar, de embocar el putt de par en el hoyo 18, mirar al cielo y recibir la ovación del público, el campeón se metió en una vorágine brutal de celebraciones, entrevistas y compromisos en la que apenas le dio tiempo a pensar en lo que acababa de ocurrir. Tuvieron que pasar varias horas.
«Ese momento sucedió a las ocho de la mañana del día siguiente. El lunes. Me desperté y cogí el móvil. Aún estaba en la cama. Entonces, me paré en un montaje fotográfico que había publicado Golf Digest en la que Seve me está dando la mano en el green del 18 de Augusta. Ahí miré a Kelley, volví a mirar la foto y empecé a llorar, se me caían los lagrimones por todos lados. Fue ahí donde me di cuenta de lo que había ocurrido y de lo que suponía», ha explicado.
Antes no había tenido ni opción. «Cuando salimos del club y nos llevaron a casa ni pensé, estaba reventado, no podía con mi cuerpo. Llegamos como a las once y media, colgué la chaqueta verde en el armario y me tiré en la cama. Dormí fatal porque todavía tenía la adrenalina del torneo, pero el cuerpo no me daba para más», cuenta.
Del mismo modo, en el capítulo de momentos especiales, Jon ha insistido en que le gustaría que Augusta le permitiera compartir la taquilla del vestuario de campeones con otro jugador español. «No sé muy bien si en Augusta son muy de que les pidas las cosas y te hagan caso, pero cuando entré en el vestuario y vi el nombre de Seve y el de Schwartzel en una taquilla y el de Sergio y Olazábal en otra, creo que estaría bien que los españoles pudiéramos estar juntos para mantener esa tradición. No sé si estar yo con Seve y cambiar a Schwartzel o pasar a Chema con Seve y quedarme yo con Sergio, pero estaría bien», ha dicho.
Del mismo modo, Jon guarda dos instantes especiales que ocurrieron durante la semana y que en cierto modo le sirvieron de impulso o, al menos, le han dejado huella. Uno ocurrió durante la vuelta de prácticas con Olazábal y Sergio. «Chema nos contó muchas historias de Seve que no se conocen. Nos decía que era un artista, que veía huecos que nadie veía y, sobre todo, nos explicó que era un jugador que no pensaba en la técnica cuando estaba en el torneo. Eso me ayudó porque yo soy un poco así y lo conseguí durante la semana. Yo soy más de sentir el golpe y lo hizo en los 72 hoyos. Conseguí ver el golpe más que pensar en cómo tenía que hacerlo. Eso me ayudó. Y después, me quedó también con un mensaje de Phil Mickelson. Me dijo: vamos a tener muchos grandes momentos que compartir en el vestuario y en la cena de campeones. Pues sí, tiene razón, los vamos a tener», describe.
Por supuesto, su llegada al green del hoyo 18 también fue un instante que llevará para siempre grabado en su retina y en su memoria. «Varios jugadores me dijeron que la ovación fue muy especial. Fue más que la de un líder que llega para ganar un torneo, el público de Augusta conoce muy bien su historia y sabían lo que allí estaba pasando con Seve y demás y a mí me lo transmitieron», asegura Rahm.