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Tiger Woods llega al PGA Championship con más incógnitas que certezas

Tiger Woods, con un ojo en el termómetro y el otro… en los árboles

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Tiger Woods, bien abrigado durante la ronda de prácticas del PGA Championship en San Francisco. (Photo by Darren Carroll/PGA of America)

Tiger Woods disputa esta semana su PGA Championship número 21 con el objetivo de lograr la quinta victoria e igualar así los récords de Walter Hagen y Jack Nicklaus. El desafío es importante y su hoja de ruta para conseguirlo es extraña e intrigante. Es una absoluta incógnita saber cómo va a responder un jugador que tiene a sus espaldas sólo cuatro rondas de competición en los últimos seis meses. «Me sobran entrenamiento y repeticiones y me falta competición, eso es innegable. En casa estoy jugando muy bien, haciendo buenos resultados y contento por unos cambios que he hecho en el swing. Mi único objetivo esta semana es ganar y, por supuesto, creo que puedo hacerlo», explica.

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Woods, que no quiso explicar cuáles han sido esos cambios, añadiendo aún más misterio al asunto, anda más preocupado por el termómetro que por su swing. Y no hablamos precisamente del termómetro que está más de moda en los últimos tiempos, el que mide la fiebre de los jugadores antes de empezar cada jornada para controlar el coronavirus, sino del otro, el de toda la vida, el que dice cuántos grados hace ahí fuera. San Francisco ha recibido a los golfistas con lluvia y una sensación térmica de poco más de diez grados en las primeras horas del día, más de la mitad de lo que Tiger tenía en Florida en los últimos días. La diferencia es notable y eso es una mala noticia para él.

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No es ningún secreto que la humedad y el frío son factores que le sientan fatal a la espalda de Tiger. Ya se pudo ver la última vez que estuvo en California, en el último torneo que jugó previo al parón por coronavirus. Quedó en última posición de los que pasaron el corte con dos rondas muy malas el fin de semana. Su cuerpo se queda rígido y le cuesta realizar el swing con normalidad. Tiene claro que esta semana puede ser difícil en ese aspecto. «Sé con seguridad que no me voy a mover igual que en Florida, pero es lo que hay, lo sabemos y hay que pelear con eso. Mi objetivo cada día será calentar aún más y mejor, con más intensidad, especialmente la zona del core (abdomen, lumbares pelvis, glúteos y musculatura profunda de la espalda) para estar preparado», asegura.

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Tiger asume que le va a tocar sufrir esta semana, aunque está convencido de que encontrará la manera de ser competitivo. Es una de sus especialidades. Además, lo va a necesitar en un TPC Harding Park que bien poco tiene que ver con el campo que se encontró las dos veces que le fue muy bien aquí, cuando ganó el WGC American Express en 2005 y cuando sumó cinco de cinco puntos en la Presidents Cup de 2009. «Es un campo muy diferente. El rough está alto y muy duro y la brisa marina de San Francisco no va a ayudar. Estará más difícil cada día. El campo no es largo por metros, pero es par 70 y se va a hacer largo por las condiciones de humedad y el aire, más denso aquí que en otros lugares de Estados Unidos. La bola vuela poco. Ya he visto a varios jugadores en el campo de prácticas riéndose con sus trackman porque la pegada esta semana no tiene nada que ver con la de semanas anteriores, con más calor y el aire más fluido. Hay que pegar muy bien y por el sitio», asegura.

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Lo que más sorprendió del análisis, siempre completo y certero de un Tiger que llegó a Harding Park el pasado fin de semana, tiene que ver con los árboles del recorrido de San Francisco. «Hay muchos hoyos en los que se puede acortar tomando una línea un poco más agresiva, pero claro eso también te puede meter en problemas. No me extrañaría nada ver esta semana más de una bola atrapada en la copa de los árboles. A mí nunca me ha pasado aquí, pero sí en el recorrido Lake Merced, muy cerca de aquí, el campo más claustrofóbico que he jugado en mi vida», remata.