Con el debido permiso de Rory McIlroy (-5), líder en solitario al final del día con su 65 matutino, el verdadero protagonista e incluso triunfador de la primera jornada de la 104ª edición del PGA Championship ha sido Justin Thomas (-3), que firmaba un espléndido 67 en un Southern Hills muy bravo, el que han tenido que lidiar todos los jugadores del turno vespertino. Por idéntica regla de tres, también hay que valorar convenientemente sendas tarjetas de 68 golpes de Matt Fitzpatrick (-2), Joaquín Niemann (-2) y Lucas Herbert (-2), el australiano que siempre suele asomarse cuando las condiciones de juego se ponen peliagudas.
De todos ellos, en cualquier caso, Thomas ha sido el mejor. Hay que ver cómo se las ha arreglado el de Kentucky para dejar tantas veces cerca la bola de la bandera, porque de verdad que resultaba muy difícil por la tarde. De hecho, salvo un buen purito de seis metros que enchufaba en el 18 para rubricar el vueltón, el resto de sus birdies llegaban desde distancias muy cortas, prueba de su finura con los segundos tiros. Queda una barbaridad, pero ahora mismo su candidatura al título parece la más seria y bien argumentada.
El sobresaliente arranque de Thomas no deja de ser una paradoja en toda regla. Hasta ayer mismo, el estadounidense andaba más bien penando por el recorrido de Oklahoma durante las rondas de práctica. Estos jugones tienden a exagerar siempre, vaya por delante, si nos atenemos a estándares terrícolas, pero realmente él sentía que no estaba consiguiendo empalar a plena satisfacción casi en ninguna ocasión. Y la nube se iba agrandando y tornando cada vez más negra… Así que ayer mismo, a última hora, cogió a su padre, que también es su entrenador, y se marcharon a la calle de prácticas a resetear y empezar de cero. Vaya, comenzando por los principios básicos del ‘stance’. Y no es que saliera de la sesión con la mente definitivamente despejada y los nervios templados, pero al menos pudo irse a cenar y a la cama un poco más tranquilo. “Y hoy no es que le haya pegado muy bien, pero al menos he sido eficiente”, apuntaba el jugador una vez finalizada la exitosa vuelta.
Y hay una circunstancia muy curiosa, aunque no es la primera vez que ocurre ni tampoco será la última: justo el hecho de haberse enfrentado a unas condiciones más duras de juego en el fondo terminaba ayudándole a llevar la vuelta al mejor puerto. “El hecho de tener estas condiciones tan difíciles me ha ayudado a estar muy concentrado en cada golpe, pensando sólo en cómo diseñarlo y no tanto en el swing. Es uno de mis problemas cuando estoy jugando bien: me vuelto algo perezoso a la hora de concentrarme”.
