No es que los pares sean buenos esta semana en Oak Hill, escenario de la 105ª edición del PGA Championship, es que pueden llegar a ser un pequeño tesoro. Estamos en mayo, así que no hay duda, se trata del PGA, segundo Grande del año. Pero bien podríamos estar ya en junio, porque el East course de Oak Hill se parece mucho a lo que podríamos encontrar en una edición áspera del US Open. Los chicos de la PGA de América no tienen problema alguno en ponerse la careta de ‘bad boys’, y si ha que ir a Kiawah Island (2021) o Southern Hills (2022) a sufrir un poco, se va. En Kiawah el resultado ganador de Mickelson se fue a un escueto -6, y en Southern Hills, el año pasado, Justin Thomas y Will Zalatoris se metían en el play off de desempate con un registro de -5. Este año, en Oak Hill, pocos apuestan por un resultado ganador que vaya más lejos. Incluso, son muchos los que piensan que podría ser todavía más alto.
El rough, por ejemplo, va a penalizar una barbaridad esta semana. Podría discutirse si en un US Open, además, las calles serían más estrechas, pero la primera gran conclusión sale sola: quien tenga una semana negada desde el tee va a sufrir lo que no está en los escritos. Un metro más allá del fairway, sólo un metro más allá, la bola desaparece en un rough muy denso, muy sólido, que en la mayoría de los casos impide al jugador tirar a green.
Hay hoyos que son pequeñas bestias. El 3, primer par 3 del recorrido, desde el tee de atrás, es durísimo. Y el final de la primera mitad del recorrido puede convertirse en un infierno. Nos referimos a los hoyos 6, 7 y 9, pares 4 muy largos cuya media se va a ir muy por encima de su par. La segunda mitad del recorrido da un poco más de respiro, aunque también tienes algunos hoyos muy fieros, como el 11, par 3, el 17 y el 18.
Un problema añadido: los dos pares 5 puede considerarse de recuperación, pero solo relativamente, pues se van a ver muy poquitos putt de eagle, salvo que la PGA americana adelante los tees. El hoyo 4, el primero de los pares 5, es larguísimo. Jon le ha hecho hoy un birdie de manual, pegando un gran drive, un notable hierro largo y un wedgecito fantástico. Finau, que se iba de salida al bunker, después se ha puesto una bola en el fairway para tratar de llevarla de dos a green y se quedaba ligeramente corto. En el 13, el segundo par 5, tampoco es sencillo llevarla de dos, sobre todo con el viento que se espera esta semana.
Las banderas cortas, en este campo, pueden convertirse en auténticos quebraderos de cabeza. Si no llegas hasta ellas, en muchos hoyos la bola se te aleja veinte metros del green, quizá más, por unas escapatorias frontales muy puñeteras. Y si te pasas… La mayoría de los greenes en Oak Hill tienen el fondo en alto y los putts a esas banderas cortas son vertiginosos. Hoy, los jugadores se divertían tirando esos putts de locura desde el fondo de green, pero dentro de unos días, unas horas, quien se vea en tales tesituras no se reirá tanto.
Los alrededores de los greenes también son como para echarse a temblar, con un rough muy denso. En los días previos los jugadores se animan a meter el palo con más decisión y swings amplios, pero a la hora de la verdad, cuando se esté ya compitiendo, va a costar una barbaridad echarle tanto valor sin tener ninguna garantía de cómo va a responder la bola…
Tenemos, además, el problema añadido que aporta el parte meteorológico, que trae un poco de todo. Habrá tramos del torneo bastante ventosos, por ejemplo. También va a caer agua y las mañanas vienen muy frías… No son condiciones que ayuden precisamente al score de los jugadores.
Después, por supuesto, puede que estos genios, o alguno de ellos, sean capaces de llevar el resultado ganador a dos dígitos, pero ahora mismo nadie cree en tal posibilidad. Incluso, si el viento llega a soplar con vehemencia y la PGA americana no se compadece demasiado a la hora de adelantar tees, podría ocurrir que el resultado de PAR fuese un cañón al final del torneo. Sea como sea, este East course es poco menos que un monstruito. Bellísimo y mítico, pero monstruito al fin y al cabo.