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Ras de hierba de la tercera jornada del PGA Championship

Sólo hubo una sorpresa verdaderamente chocante…

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Xander Schauffele durante la tercera ronda del PGA Championship 2024 en el Valhalla Golf Club. © Pedro Salado/CAPTURASPORT
Xander Schauffele durante la tercera ronda del PGA Championship 2024 en el Valhalla Golf Club. © Pedro Salado/CAPTURASPORT

Que Scottie Scheffler no fuera capaz de rendir en la tercera ronda del PGA como venía haciéndolo no fue de ninguna manera sorprendente. Se intuía que el affaire del calabozo, policía, grilletes y abogados podía afectarle más el sábado que el viernes, mismo día de los hechos, en el que iba saltando de casilla en casilla por el tablero sin tiempo para asimilar nada: ahora me toman las huellas dactilares, ahora le pego en el tee del 1…

Otra cosa es que, incluso en sus circunstancias, uno pensara que él, precisamente él, fuera capaz de encontrar en la bolsa, ahí abajo, arrugada, debajo del traje de agua, la capa de Supermán. No fue el caso y hay que comprenderlo. Hoy, puestos a seguir echando mano de la intuición, lo normal es que en su ronda no haya tonos grises o medias tintas: o revienta el recorrido de Kentucky o sencillamente termina de venirse abajo.

Que Viktor Hovland salga el domingo en Valhalla con serias opciones de ganar su primer Grande sólo es una sorpresa relativa. En realidad, es el propio noruego quien lo explicaba mejor que nadie después de firmar ayer una tarjeta de 66 golpes. “Estoy sorprendido en el sentido de lo lejos que me vi la semana pasada. Pero por otro lado no lo estoy porque nunca dudé de mis habilidades, de mi golf. Sabía que no había nada malo en mi mentalidad. Esta misma semana, en los días previos al torneo ya vi que nos estábamos moviendo en la dirección correcta y pensé: tal vez podamos hacer algún daño. Aunque, sí, no hay duda de que la posición en la que estoy ha superado las expectativas”. Pues eso: sorpresa, sí, pero con matices.

Viktor Hovland durante la ronda del sábado en el PGA Championship 2024. © Pedro Salado/CAPTURASPORT
Viktor Hovland durante la ronda del sábado en el PGA Championship 2024. © Pedro Salado/CAPTURASPORT

Que Shane Lowry tuviera un putt de tres metros para hacer birdie en el 18 y firmar un 61, la mejor tarjeta de la historia de los majors, no dejaba de ser sorprendente… Precisamente porque no había ocurrido nunca (de hecho, no llegó a ocurrir). Sin embargo, esta semana de Grande se había asumido con cierta normalidad que algún jugón inspirado en los greenes pudiera rondar registros monstruosos. Por una razón fundamental, bien conocida: la receptividad de los greenes a causa de la lluvia. Y otra más: el viento tampoco ha estado esta semana por la labor de ayudar al campo a defenderse.

Hoy, domingo, sin embargo, algo nos dice que la media de golpes será sensiblemente superior si de verdad no cae una gota de agua más, como así parece que será. No llegaremos a ver un Valhalla fiero, eso es mucho decir, pero al menos los greenes ganarán un punto más de firmeza.

No sorprende mucho ver a Collin Morikawa en el partido estelar del domingo. No tanto, al menos, como hace unas semanas, en el Augusta National, donde no aparecía en ninguna quiniela en los días previos. Cada gota que caía esta semana sobre Valhalla aumentaba sus opciones, tal y como ha reconocía con honestidad el californiano después de terminar la ronda de ayer en lo más alto de la tabla. “Sabía que este campo era largo y creo que los greenes receptivos me han ayudado, en el sentido de que he podido pegar mis hierros 5 ó 4 a bandera y salirme con la mía”.

Collin Morikawa en la tercera jornada en el Valhalla Golf Club. © Pedro Salado/CAPTURASPORT
Collin Morikawa en la tercera jornada en el Valhalla Golf Club. © Pedro Salado/CAPTURASPORT

Tampoco causa estupor que Justin Rose se encuentre entre los candidatos al triunfo después de 54 hoyos. Es cierto, anda ya en el otoño de su carrera y venía de fallar el corte en los tres últimos Grandes, pero hay jugadores que se han ganado el derecho a un eterno canto del cisne. El inglés es uno de ellos. Ya fue una pieza clave en la Ryder del pasado septiembre, no lo olvidemos… Y todavía se nos mete en el equipo de 2025.

Sí resultó algo más sorprendente, por qué no decirlo, que la carga sabatina de Rory McIlroy no fuera todavía más profunda, tal y como venía, tal y como se le vio el pasado domingo. Habíamos situado tan alto las expectativas que estábamos empeñados en que las confirmara. Pero al final, las cosas como son, si algo hemos aprendido en los últimos quince años es que los ciclos y biorritmos de Rory son insondables, indescifrables…

Al menos, él tiene hoy el objetivo claro, porque, además, si no gana, poco le importa el puesto en el que termine: necesita algo así como un 62 para darse alguna opción. El mundo del golf vibraría si lo consiguiera, pero desde luego tampoco se sorprendería demasiado.

Con Xander Schauffele hay que ir por partes. No sorprende nada tenerlo ahí, otra vez, en lo más alto, porque no parece que haya nadie con mayor capacidad de llevar la bola sencillamente al centro de green, cuando toca, o mucho más cerca de la bandera cuando salen los números (bueno sí, en realidad, Scottie Scheffler, pero nos entendemos). Sin embargo, curiosamente, sigue costando más de la cuenta visualizar por anticipado la imagen del californiano agarrado al Trofeo Wanamaker. Alguna vez se quebrará el dique, pensamos todos. Alguna vez será capaz de rasgar ese sutil velo de fatalidad que lo envuelve los domingos de Grande.

Sahith Theegala durante la tercera jornada del PGA Championship 2024. © Mateo Villalba/CAPTURASPORT
Sahith Theegala durante la tercera jornada del PGA Championship 2024. © Mateo Villalba/CAPTURASPORT

¿Y Sahith Theegala? Si hay algún escenario de major en el que Theegala pueda ser Theegala es este Valhalla Golf Club. Frescura y agresividad. Su evolución es constante y decidida, así que tampoco sorprendió tanto verlo remontar ayer un mal inicio de vuelta con una serie de cinco birdies en siete hoyos. Mientras sigue madurando hacia ese perfil de mega estrella, este domingo será una paradoja andante: sólo puede ganar si es fiel a ese estilo afilado que, por otro lado, podría acabar con sus opciones antes de lo debido…

La única sorpresa verdaderamente chocante, asombrosa, con la que nos hemos encontrado hasta el momento es que Brooks Koepka no bajara de setenta golpes en la tercera ronda. Es más: que jugara claramente por encima del par (vuelta de 74) y se quedara sin ninguna opción. Que sí, que ya sabemos cómo las gasta el golf, pero oiga usted, esto no entraba en las previsiones de absolutamente nadie. Brooks Koepka, incluso en una jornada de verdadera mala suerte, iba a firmar un 68 y no había más que hablar. No cabía otra posibilidad. No había vuelta de hoja al respecto. No es una crítica ácida al de Florida, más bien el más respetuoso de los halagos.

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