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The Open Championship | Tiger Woods emociona y se emociona en St Andrews

El momento y por qué Tiger Woods no pudo contener las lágrimas

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Tiger Woods
Tiger Woods saluda desde el Swilcan Bridge con todo el público en pie.

Hace casi 27 años, un 20 de julio de 1995, Tiger Woods pinchó por primera vez su bola en el tee del hoyo 1 del Old Course de St. Andrews para iniciar una vuelta de competición oficial en el Open Championship. No era favorito, pero siendo un amateur ya era la sensación del momento. Ni siquiera había cumplido todavía los 20 años, pero ya se le había señalado como uno de los elegidos. Estaba allí como campeón del US Amateur y, por cierto, no tuvo demasiados problemas en pasar el corte, aunque su actuación no fuera destacada en líneas generales y además terminase firmando un doloroso 78 el domingo.

Cinco años más tarde, en 2000, regresaba para ganar y, de paso, propinar una soberana paliza a todos. Lo mismo que en 2005. También jugó en 2010 y acabó en el top 25 y en 2015, donde falló el corte. Hoy tampoco ha sido capaz de generar la épica remontada que necesitaba para jugar el fin de semana. Ha hecho 75 golpes y ha terminado con +9. Pero en este caso el resultado no es más que un dato que añadir a los archivos. No tiene más valor que eso. Lo realmente importante es lo que ha ocurrido en el hoyo 18…

Tiger ha pegado la madera 3 para trata de llegar al green de uno. No lo ha conseguido y ha salido andando del tee para completar su vuelta. En ese momento, Matthew Fitzpatrick y Max Homa, conscientes de la situación, se han quedado rezagados. También lo ha hecho Joey La Cava, su caddie. En un instante Tiger se ha visto solo, por delante, andando por el 18 y ha sido justo ahí cuando se ha dado cuenta de lo que estaba pasando. «No creo que sea mi último Open Championship, pero sí puede ser mi última vez en St Andrews. El próximo Open aquí será en 2030 y no sé si podré estar aquí por mi condición física».

Tiger Woods
Tiger Woods.

Cuando Tiger se ha visto solo andando por el 18 las emociones han empezado a aflorar. Ha sido consciente realmente de lo que estaba ocurriendo. Se le ha puesto la piel de gallina y ha saludado al público, gorra en mano y sin pararse, mientras cruzaba el famoso puente Swilcan. «Me he emocionado porque aquí hay mucha historia. Es y será mi campo favorito. Me enamoré de él en 1995 y no ha cambiado esa sensación. Me encanta el golf, la historia y el legado. Tuve la suerte de ver el primer golpe de Arnold Palmer en el 1 el día que se retiró de St Andrews. También pude escuchar el último golpe de Jack. Iba cuatro hoyos por detrás y sentí la ovación. Hoy he podido sentir lo mismo, con todo el público en pie, los voluntarios, los compañeros, el respeto, la comprensión que han mostrado, el calor, el cariño… Ha sido algo muy especial», confesaba Tiger.

Mal que bien, Woods iba aguantando durante el paseo hasta el green del hoyo 18, pero en un momento determinado se le han saltado las lágrimas. No ha podido más. Ha sido justo cuando ha mirado a su izquierda. Rory McIlroy y Justin Thomas acababan de salir a jugar y venían bajando la calle del hoyo 1. McIlroy lo miró y se tocó la gorra y Justin Thomas lo saludó. Ahí no pudo más. Ahí se sintió con Arnold y Jack cuando se marchaban de St Andrews y Escocia entera se paralizaba. Un momento para la historia. Todo el mundo aplaudiendo, incluso Jordan Spieth, Jon Rahm y Harold Varner III, testigos directos de la escena desde el tee del 18.

Tiger Woods ha podido jugar hoy su última vuelta en St Andrews, pero no en el Open ni en su carrera. Ha vuelto a insistir en que no piensa en absoluto en la retirada, aunque deja claro que lo que ha hecho este año, jugando los tres Grandes, ha sido algo sobrehumano. «Creo que la gente no es consciente de lo que he tenido que pasar para jugar estos tres torneos. Estoy muy agradecido por todo ello, pero no puedo hablar de lo que va a pasar en el futuro. Es imposible saberlo. Quiero jugar más, quiero jugar más Open, pero ya veremos lo que dicta mi cuerpo. De momento no tengo nada planeado para el futuro, seguramente hasta el año que viene no vuelva a jugar», señala.

Lo que tiene claro, aunque no pueda jugar en 2030 (ya veremos), es que seguirá viniendo a St Andrews. «Seguro que vendré a jugar con mi hijo. Tengo claro que me va a querer traer aquí. Soy miembro de honor del Royal and Ancient y tengo taquilla en el vestuario, con un poco de suerte creo que podré conseguir un tee time», sentencia entre risas. Lágrimas y risas en un día muy especial para Tiger, el Open y el golf. No podía ser de otra manera.

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